A veces no es malo que no pasen cosas sorprendentes. Que todo llegue como lo esperes, que se mantenga esa tranquilidad o poder preveer como van a ir las cosas. El Barça salía ante el Panathinaikos sin ser favorito. No era ninguna sorpresa. Teniendo en cuenta los problemas en sus últimos partidos y que delante había el vigente campeón de la Euroliga, salir «sin» presión parecía el mejor escenario. No porque el Barça no debiera ganar, que obviamente debía y lo necesitaba. Si no porque afrontar el reto desde la calma y la pausa siempre da algo que las prisas quitan. Y así, acostumbran a salir bastante mejor las cosas. Que se lo digan a los jugadores azulgranas, que arrollaron al equipo griego sin complejos (82-73).
En el primer cuarto, los de Peñarroya estuvieron siempre por detrás en el marcador. No fue mal inicio, aunque poco acertado de cara a canasta. No faltó concentración ni tensión, como en otros partidos. Simplemente los griegos dejaron sobre el parquet un plus de calidad que los azulgranas no pudieron igualar.
La cosa se igualó más en el segundo cuarto. Por primera vez en todo el encuentro, los culés se pusieron por delante en el marcador cuando tan solo se cumplía el primer minuto. De hecho, llegaron a defender su máxima renta de puntos en el marcador con un 28-23 que se afianzó con grandes canastas de Metu, Brizuela y Vesely. Sin embargo, el conjunto visitante recuperó esos puntos y engrosó aún más su ventaja dejando un 30-38 al descanso. Ni un solo triple metió el conjunto azulgrana (0/9) y, pese a eso, tampoco se marchó a vestuarios con una diferencia insalvable.
Panathinaikos Athens’ US guard #22 Jerian Grant (R) shoots the ball as Barcelona’s American forward #22 Jabari Parker defends during the Euroleague basketball match between FC Barcelona and Panathinaikos BC at the Palau Blaugrana arena in Barcelona on January 15, 2025. (Photo by Josep LAGO / AFP) / JOSEP LAGO. AFP
En la reanudación, el Barça jugó con uno más. El Palau enloqueció. Ensordecedor fue el aliento que le dio a sus jugadores y avivó el encuentro. Ante los insultos y faltas de respeto por parte de la afición rival, los azulgranas respondieron con silbidos, algún dedo anular levantado y muchos tambores. Con su determinación, los culérs llegaron a más balones que nunca, robaron aquellos que parecían imposibles. Los triples que hasta ahora no habían entrado cayeron por pares y un estratosférico Jabari Parker, con 15 puntos, catapultó a los de Peñarroya, que volaron hasta volver a darle la vuelta el luminoso (59-50).
Y es que, aunque la calma esté bien, sorprender y reponerte cuando no contaban contigo da gusto. El Barça demostró con un cuarto final de partido autoritario porque no tiene que hacerse pequeño ante nadie. Afianzó su margen de puntos, disfrutó sobre la pista y cerró un partido. Una victoria que suma puntos y afianza (buenas) sensaciones.