A veces no es malo que no pasen cosas sorprendentes. Que todo llegue como lo esperes, que se mantenga esa tranquilidad o poder preveer como van a ir las cosas. El Barça salía ante el Panathinaikos sin ser favorito. No era ninguna sorpresa. Teniendo en cuenta los problemas en sus últimos partidos y que delante había el vigente campeón de la Euroliga, salir «sin» presión parecía el mejor escenario. No porque el Barça no debiera ganar, que obviamente debía y lo necesitaba. Si no porque afrontar el reto desde la calma y la pausa siempre da algo que las prisas quitan. Y así, acostumbran a salir bastante mejor las cosas. Que se lo digan a los jugadores azulgranas, que arrollaron al equipo griego sin complejos (82-73).

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