Elon Musk y el logo de la red social X. / EP

Es más que probable que el algoritmo de internet diga más de nosotros que la cadena de ADN. El ADN resuelve el problema de quiénes somos y de dónde venimos, pero el algoritmo recoge una información si acaso más ambiciosa: hacia dónde vamos. El profundo rastro digital que dejamos después de miles de horas de navegación permite conocer cuál será nuestro siguiente paso, qué vamos a comprar, dónde querremos viajar o si el próximo vídeo que nos aparezca espontáneamente en el teléfono será de mascotas o un robo a mano armada en directo. Los datos que —voluntariamente— hemos facilitado al sistema saben ya de nuestra conducta durante los próximos años antes que nosotros mismos. El algoritmo representa la solución al gran enigma que ha llevado de cabeza a sabios y reyes a lo largo de la historia. El algoritmo predice el futuro. O lo moldea y construye.

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