Fue en el seno de unas elecciones generales cuando derecha y extrema derecha española empuñaron sus armas contra el que entonces se estaba cociendo como actual Gobierno por buscar -y conseguir- una investidura basada en pactos con grupos nacionalistas e independentistas

Pese a que los primeros resultados de las elecciones generales de julio de 2023 fueron favorables al PP, que se hizo con el 33% de los votos (137 escaños) frente a los 121 conseguidos por el PSOE, finalmente no logró la totalidad de parlamentarios necesarios para poder ser investido -176, frente a los 172 conseguidos con los apoyos de Vox. Fue en ese momento cuando el principal partido en la oposición emprendió la carrera a contrarreloj para poder reunir los avales suficientes y convertir a Sánchez en presidente de la nueva legislatura

Tras un juego basado en pactos, acuerdos y tratos de favores, el grupo socialista logró hacerse con el control de la Cámara Baja y la presidencia del Ejecutivo. Una victoria que para nada resultó de agrado en los grupos de la oposición, no solo por el hecho de conseguir los apoyos requeridos, sino también y especialmente por abrir la puerta al partido de Carles Puigdemont -Junts per Catalunya- y ceder a su petición de aprobar la polémica ley de amnistía. 

Ello llevó a los populares a acusar al Gobierno de ofrecer un “cheque en blanco para independentistas”, y a Sánchez de “corrupción política” por “tomar decisiones contra el interés general a cambio de beneficios personales”. Una denuncia también compartida por el grupo ultraderechista Vox, que anunció recursos contra la ley por considerar que rompía con el principio de separación de poderes.

Esta crítica del ala popular se acentuó concretamente en el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quien entonces cargó contra Sánchez pidiéndole sinceridad con estos pactos y ahora opta por mantenerse en la sombra ante los recientes acercamientos de Génova con Puigdemont. La baronesa popular retaba a Sánchez a que se presentara a unas elecciones siendo “sincero” sobre sus pactos con los independentistas. “Le pido a Pedro Sánchez que sea un hombre valiente, de palabra, que le diga a los españoles lo que pretende hacer. Que vaya con las manos abiertas a las urnas y le diga a los españoles abiertamente si eso es lo que ellos quieren. Porque probablemente no sea así”, señalaba.

Entre otras cosas, la actual lideresa en Sol centró su denuncia en que nadie “ha informado ni consultado” a los españoles al respecto, por lo que instaba a Sánchez a acudir a las urnas teniendo “palabra por una vez en su vida política” y enarbolar el proyecto que “él mismo está encabezando desde el mes de julio”.

Siguiendo este mismo hilo, sobre las concesiones económicas a territorios, en este caso a Cataluña, señalaba que estas no son la forma de parar el independentismo porque “cuando más dinero, más insultos, más ataques”. Por este motivo, apostaba por “cortar el grifo” para “acabar con el negocio del independentismo”. 

Menos mal que no me toca a mí

Sin embargo, casi año y medio después de estas cargas contra el ala socialista y el líder del Ejecutivo, todo parece señalar a un enmudecimiento de la lideresa quien, ahora, aboga por mantenerse en el margen más alejado de la cuestión, justo en el momento en el que el PP ha convertido a los independentistas en su particular ‘clavo ardiendo’ con tal de poder conseguir apoyos para destronar al líder del Ejecutivo. Lo hace además después de lanzar su última acusación el pasado mes de octubre cuando aseguró que “con aquellos que desprecian a España no iría a ningún lado porque no son de fiar”.

En la rueda de prensa posterior al último Consejo de Gobierno del año, la presidenta madrileña restaba importancia a las votaciones en la que en las Cortes Generales, el PP y Junts coinciden y ha rechazado opinar sobre el posible pacto entre ambos de cara a desbancar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. 

Tanto es así, que llegaba incluso a desmarcarse del tema señalando que “más allá de eso, si tienen que pactar a futuro cualquier otra cuestión, gracias a Dios, como no me toca a mí, no me tengo que meter”. Y proseguía: “Pero ya saben lo que opino de los independentistas y de lo que están haciendo con la España de todos”. 

Con todo ello, ahora, cuando el PP se encomienda al grupo de Puigdemont para poder presentar la moción de censura a Sánchez, a Ayuso no parece convenirle cargar contra ellos y opta por el silencio. En esta línea, insistía hace dos semanas en que ella no tiene que estar en la “tesitura” de decidir sobre pactos a nivel nacional, porque no le “corresponde”, y ha quitado importancia a que puedan coincidir en alguna ocasión en una votación puntual. “Más allá de eso, se me escapa si hacen o no una estrategia para consolidar alternativas. Menos mal que no me toca a mí”.

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