La Supercopa de Arabia (la de España), tan controvertida, va espolvoreando como granos de arena episodios para recordar. Por más que se repitiera la final Madrid-Barça, la preferida de los saudís, que quieren clásicos en casa, que para eso pagan. Y por más que se repitiera la goleada con baño del Barça al Madrid (del 0-4 al 2-5), el vídeo del 2025 salió original.
Los saudís observaron en directo la manita de goles. La que se vio en Madrid y en Barcelona, la han disfrutado en Yeda. El manotazo de Hansi Flick fue más doloroso que la butifarra de Joan Laporta. Más contundente, más claro, más largo, más elegante, infinitamente más elogiable, más útil para preservar la jerarquía del historial del trofeo: el supercampeón sigue siendo el Barça con 15 ediciones, la segunda en Arabia, la tercera frente al Madrid.
Galaxia internacional desintegrada
La galaxia internacional (Lucas Vázquez era el único español de la alineación, nada nuevo) se desintegró ante la muchachada de Flick. Bajo la apariencia juvenil –recuerden, con dos jugadores de 17 años, Cubarsí y Lamine Yamal, y un total de seis menores de 22 años–, cada vez hay menos inocencia en las filas azulgranas. Nueve de los que provocaron el estropicio de la Liga lo repitieron en el Al Jawhara de Yeda. Szczesny y Gavi en lugar de Peña y Fermín.
El estadio era neutralmente madridista y el único futbolista del Barça aclamado era Lamine Yamal. Un ídolo mundial desde hace meses. Lo más próximo a Lionel Messi, nombre que todavía se aclama, como si no hubieran visto un sucesor. Hasta que se les presentó Lamine Yamal, que anotó un golazo con la firma del argentino escapándose solo, toreando a Mendy, burlando a Tchouaméni y petrificando a Courtois con un suave y delicado pase a la red. Por la autopista libre de peaje le siguieron Lewandowski y Raphinha, igual que en el Bernabéu.
Lamine Yamal anotó un golazo con la firma del argentino escapándose solo, toreando a Mendy, burlando a Tchouaméni y petrificando a Courtois con un suave y delicado pase a la red
Después de los tres delanteros se sacó la espina Alejandro Balde, a quien se le quedó la cara a cuadros con el 0-1. Mbappé le torsionó las cadenas hasta el último giro, en el que se creó el espacio para chutar cruzado. El defensa se sintió culpable. En el duelo mano a mano, perdió. Murió. La losa le pesó, porque dejó de prodigarse en sus proyecciones iniciales para atacar a Lucas, el eslabón más débil.
Hasta que no tuvo más remedio Balde, invitado por la ausencia de camisetas blancas, con el desierto despejado por delante y se vio corriendo al lado de Raphinha, los dos solos contra Valverde, pese a que el barça hagía frenado sus ímpetus. Había acabado el largo añadido del primer tiempo pero el juego no se había interrumpido. Raphinha le dejó frente a Courtois, y exprimió el gramo de frialdad que le quedaba para cruzar el balón. Entonces fue Lamine Yamal, quien acudió a él para salir en la foto, al revés de lo que había pasado en el 1-1.
El abultado resultado ocultará la labor de Jesús Gil Manzano. La tradición anunciaba que los tres clásicos que pitó habían concluido con tres victorias del Madrid. Y las decisiones delicadas que tomó empezaron a soliviantar a los azulgranas, como ignorar una posible falta a Casadó en el primer gol del Madrid, que tuviera que ser llamado por el VAR para señalar el penalti por el plantillazo al muslo de Camavinga a Pedri y que le ahorrara la segunda amarilla al francés por agarrar de la cintura a Lamine Yamal.
El 1-4 del descanso, con 55 minutos jugados, le apartó del foco hasta que expulsó a Szecesny, avisado también desde el VAR. No quiso expulsar a Vinicius ni tampoco a Rüdiger, como si no quisiera ahondar en la herida del Madrid.