En la fotografía que encabeza ese artículo, si se fijan, no verán una sola mujer. Un poco más abajo sí verán a una mujer en las gradas de la final de la Supercopa. No es un reflejo exacto de la realidad del fútbol en Arabia Saudí. Alguna había en el estadio King Abdullah, sí, como se puede comprobar en la fotografía que figura justo debajo de este párrafo. Sola. De nuevo, un retrato parcial de la realidad, pero elocuente y simbólico de una realidad que, en el nombre del dinero, el fútbol español ha acabado normalizando. O casi.
La Supercopa de España 2025 deja muchas conclusiones, más allá de las meramente deportivas, de la exhibición del joven Barça de Hansi Flick frente a un Real Madrid cuyo ciclo con Carlo Ancelotti brama alaridos de agotamiento. Si todos los años, desde la edición inaugural saudí del año 2020, se han vivido escenas que invitan a la reflexión, la finalizada este domingo ha sublimado la «vergüenza«, en palabras del futbolista del Mallorca Dani Rodríguez: «No todo es dinero».
El acoso al Mallorca
Las denuncias de los aficionados del club balear sobre el trato vejatorio de aficionados saudíes son insoslayables. En especial, el relato de las parejas de los jugadores del Mallorca Dani Rodríguez y Dominik Greif, que han denunciado acoso e incluso tocamientos durante su semifinal del jueves contra el Real Madrid.
«Se metían en nuestro grupo, nos arrastraban, nos tocaban sin permiso, nos grababan sin consentimiento, se burlaban de nosotras y ni siquiera podíamos ir al baño porque automáticamente recibíamos comentarios desagradables», denunció en sus redes sociales Natalie Kaluzova, la pareja de Greif.
«La salida ha sido un poco complicada. Íbamos con los niños y hemos estado sin seguridad. Los chicos de este país se han puesto a hacernos fotos desde muy cerca y nos han estado acosando a mí y a Natalie», fueron las declaraciones de Cristina Palavra, esposa de Dani Rodríguez, a la televisión autonómica balear, IB3, esa misma noche.
La respuesta de la Federación
Y más allá del componente machista, tanto aficionados del Mallorca como del Athletic presentes en Yeda han denunciado el desprecio que sufrieron en el estadio por parte de aficionados locales, mayoritariamente seguidores del Barça y, sobre todo, del Real Madrid.
Una batería de agravios que no ha merecido el reproche público de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Al contrario, en un acto previo a la final, acompañado por Joan Laporta, Emilio Butragueño y autoridades locales, el presidente federativo, Rafael Louzán afirmó que «la final es una manera también de devolver parte del cariño recibido estos días en Yeda».
El consejero delegado del Mallorca, Alfonso Díaz, afirmó que Louzán le había trasladado en una reunión que tomaría «medidas urgentes» para evitar situaciones como las vividas por sus aficionados y las parejas de sus futbolistas, pero las manifestaciones de repudio no han salido de ese ámbito privado. Con cámaras y micrófonos delante, todo han sido elegidos hacia Arabia Saudí.
¿Por qué? Porque hay mucho dinero en juego. La dictadura saudí paga 40 millones de euros al año a la RFEF por acoger la Supercopa, alrededor de un 10% del presupuesto anual de la institución. Luis Rubiales, mediante un acuerdo que la Justicia está analizando por indicios delictivos y por el que Kosmos, la empresa de Gerard Piqué, se lleva otros cuatro millones anuales, convirtió una competición intrascendente e incómoda en una mina de oro. Pero a un precio (moral) quizá demasiado alto.
¿Supercopa femenina en Arabia?
Louzán, siendo candidato a la presidencia, se agarró a la vigencia del actual contrato hasta 2029 para no abrir el debate. Lo mismo hizo el candidato perdedor, Salva Gomar. Una vez asumido el cargo, al menos hasta que el Supremo resuelva en las próximas semanas sobre su posible inhabilitación, el dirigente gallego ha decidido reforzar el acuerdo con Arabia Saudí. O, al menos, intentarlo.
En el descanso de la final, Louzán anunció en Movistar+ que la RFEF ha estado negociando estos días para ampliar el acuerdo hasta 2034, el año en el que celebrarán el Mundial, y para incluir la celebración de la Supercopa femenina, que en la actualidad se juega en España: «Quieren desarrollar el fútbol femenino. ¿Por qué no una Supercopa española femenina en Arabia?«.
Unas declaraciones que han provocado una oleada de críticas, dado el trato vejatorio sufrido por mujeres en Yeda y por el indisimulado machismo del régimen saudí, que trata a las mujeres como ciudadanas de segunda, cercenando sus derechos más elementales, como han denunciado en numerosas ocasiones organizaciones como Amnistía Internacional.
Ni el Real Madrid ni el Barça han secundado las quejas de Athletic y Mallorca por tener que jugar la Supercopa en Arabia Saudí. Quizá, porque son esos dos clubes los que se llevan la mayor parte del bote que paga cada año la dictadura. «Sentir el cariño de los árabes es especial», dijo el azulgrana Raphinha sobre este asunto, mientras que el madridista Lucas Vázquez celebró la «grandísima acogida» que recibieron.