Los drones y los fuegos artificiales en la ceremonia inaugural fueron los encargados de poner brillo en el cielo de Yeda, pero en el césped, la magia fue cosa del Barça. El equipo azulgrana pasó como un ciclón del desierto durante una hora por encima de un Real Madrid sin alma y que estuvo a merced de los azulgranas hasta la expulsión de Szczesny. Solo entonces, el Madrid volvió a creer, pero nunca lo suficiente. Este nuevo Barça , que se crece en los días grandes, fue demasiado, frotó la lámpara de las maravillas en Arabia y recuperó un año más tarde el trono de Supercampeón en el primer título de la era Flick.
Los primeros minutos del partido no fueron un buen presagio para los blancos ante un Barça que salió con las ideas muy claras con un Lamine Yamal de dulce. El canterano culé se gusta cuando se siente ‘juguetón’ y en Yeda flotó sobre el césped. Primer minuto de partido y disparo marca de la casa que salvó Courtois de milagro. Suerte del belga, porque la sangría podría haber sido de época.
La sensación de dominio del Barça fue avasalladora, pero una posible falta de Vini sobre Casadó a la salida de un córner para los culés acabó en una contra dos contra dos que Mbappé, tras un error de benjamín de Balde que le regaló la pierna derecha, aprovechó para adelantar al Madrid y meter el miedo en el cuerpo al barcelonismo en un desagradable ‘remember’ de la final del año pasado.
No tardó en llegar la primera respuesta del Barça, que no tenía en sus planes abandonar Arabia sin su preciado premio. El empate llegó tras una descarga celestial de Lewandowski para habilitar a un Lamine que cabalgó como quien pisa nubes, si es que eso es posible, para dar un pase de gol a la red e igualar la final.
El segundo fue obra de Lewandowski, no sin antes una dosis de suspense. Gil Manzano se comió el penalti de Camavinga a Gavi, pero el VAR corrigió al colegiado extremeño y el polaco, aunque no engañó al muro belga, dio la vuelta al partido.
El Barça quería más, de eso no cabía la menor duda. Araujo -que entró tras la lesión de Iñigo- le comió la tostada en el salto a Vini y el balón cayó a pies de Kounde casi en su campo. El francés se inventó un pase de 50 metros para un Raphinha que entró como un búfalo sobre el punto de penalti para rematar a gol. El tercero de la noche y primero en la cuenta del brasileño.
El descuento, que se alargó hasta nueve minutos por las lesiones de Mbappé e Iñigo, se convirtió en un correcalles en el que, quién lo iba a decir, el Barça se sintió como pez en agua. Los de Flick castigaron un error grotesco a la salida de un córner blanco con una contra liderada por Lamine. El canterano activó en velocidad a Raphinha, que con un recorte-asistencia, regaló el cuarto a un Balde que solo tuvo que cruzarla ante Courtois.
No cambió para nada el escenario de la segunda parte tras el paso por vestuarios. Un remate al poste de Rodrygo fue un espejismo de reacción blanca, pero quedó en eso. Una asistencia al espacio de Casadó para Raphinha desnudó los problemas defensivos de los de Ancelotti, que ni con tres defensores pudieron detener a un ‘O capitao’ de dulce. Era la manita.
La masacre, sin embargo, no se dio por la expulsión de Szczesny. El polaco tuvo que sacrificarse en un uno contra uno con Mbappé que dio la oportunidad al Madrid de recortar distancias con un golazo de Rodrygo de falta y jugar 40 minutos contra ’10’. La épica, sin embargo, se quedó en Madrid y el Barça se llevó la gloria en Yeda.