Niceto Alcalá-Zamora, una figura clave en la historia de España, dejó huella como presidente de la Segunda República y por su peculiar relación con los eventos históricos de su tiempo. Su trayectoria política fue tan fascinante como turbulenta, marcada por decisiones controvertidas y un intento constante de conciliación entre bandos enfrentados.
Sin embargo, pocos saben que recibió como regalo una pistola damasquinada en 1932, un objeto que ha resurgido recientemente como un misterio resuelto por la Guardia Civil.
Nacido el 6 de julio de 1877 en Priego de Córdoba, Niceto destacó desde joven por su brillantez académica. Con solo 17 años, ya se había graduado en Derecho por la Universidad de Granada y, a los 22, era letrado del Consejo de Estado. Sin embargo, su vida personal estuvo marcada por la tragedia, ya que de los cinco hijos que tuvo con su esposa Purificación Castillo, tres fallecieron a edades tempranas. Esta mezcla de éxito profesional y adversidad personal formó el carácter del hombre que posteriormente lideraría una de las épocas más convulsas de España.
En sus inicios, Alcalá-Zamora se identificaba con los valores monárquicos y liberales, formando parte del Partido Liberal. Fue ministro de Fomento y, más tarde, de Guerra bajo el reinado de Alfonso XIII. Pero su visión política evolucionó radicalmente tras su rechazo a la dictadura de Primo de Rivera. Esta ruptura lo catapultó al liderazgo del movimiento republicano que finalmente proclamó la Segunda República en 1931.
Como presidente provisional primero, y oficial después, Alcalá-Zamora intentó navegar las aguas turbulentas de una España dividida. Su decisión de disolver las Cortes en 1933 y convocar nuevas elecciones generó polémica y contribuyó al ascenso de un gobierno conservador liderado por la CEDA, algo que tensionó aún más el panorama político. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse neutral, su gestión fue constantemente cuestionada por todas las fuerzas políticas, desde los conservadores hasta los socialistas.
Tras la victoria del Frente Popular en 1936, la situación empeoró. Alcalá-Zamora fue destituido en abril de ese año, apenas meses antes de que estallara la Guerra Civil. El conflicto lo obligó a huir al exilio, primero a París y luego a Argentina, donde pasó el resto de su vida. Murió en Buenos Aires el 18 de febrero de 1949, pero no sería hasta 1979, durante la Transición, cuando sus restos fueron repatriados a su Priego natal.
La pistola damasquinada que recibió en 1932, un regalo del Grupo Socialista Femenino de Éibar, es un símbolo de su compleja relación con la historia. Recientemente encontrada en Francia, este objeto recuerda el peso simbólico y personal de una figura que intentó sin éxito evitar que España se desgarrara.