En San Telmo, sede de la presidencia de la Junta de Andalucía, gustan mucho los cualitativos de las encuestas. El presidente Juan Manuel Moreno se jacta de leer bien entre líneas los sondeos y modula muchas de sus actitudes o decisiones políticas según la demoscopia. Hasta ahora no le ha ido nada mal. Por eso insiste en que su perfil moderado y sin estridencias es lo que más valoran los votantes andaluces y tiene claro que no va a salirse de ese guion. Habrá que estar muy atentos a lo que digan las del 28 de febrero, Día de Andalucía, las primeras que leerán cómo ha sentado el relevo en el principal partido de la oposición.
El pasado viernes, Moreno lo dejó claro cuando valoró con un “bienvenida y suerte en lo personal” la llegada de María Jesús Montero a la arena política andaluza como líder del PSOE. Ya había encargado a su portavoz, designada el pasado verano precisamente para reforzar el colmillo político de su Gobierno, que le diera el recibimiento a su contrincante. Más de la mitad de la rueda de prensa del Consejo de Gobierno del martes la dedicó Carolina España, consejera de Economía, a dar coces a Montero. A ella la conoce bien porque ambas se midieron en la Comisión de Presupuestos del Congreso en Madrid. «Para decir que no les preocupa que yo me presentara se han tirado media rueda de prensa hablando de mí”, dijo Montero con sorna en la presentación de su candidatura.
El ruido de Madrid
La socialista trae a Andalucía justo lo que Moreno lleva años esforzándose por aislar: el ruido vociferante de Madrid y la polarización exagerada de la política nacional. En ese ambiente su compañera Isabel Díaz Ayuso se mueve como pez en el agua y el líder de su partido, Alberto Núñez Feijóo, ha aprendido a navegar, quitándose el eslogan de moderado con el que venía de Galicia. De ese ambiente lleva meses distanciándose el andaluz, cada vez más ausente de los actos de barones del PP porque él, insiste, sigue su propio guion andaluz.
La vicepresidenta del Gobierno en Andalucía va inevitablemente a subir el diapasón de la política andaluza. Este domingo dijo que el PP es “heredero” de la tradición de Franco. No sólo por su condición, enérgica y exageradamente expresiva, sino porque además Montero está convencida de que esa fuerza y ese ánimo es el que necesita un PSOE andaluz depresivo, que viene de recorrer una larga travesía del desierto en la oposición y que está deseando volver a ser el que fue en Andalucía.
A la ofensiva
En las últimas elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023, los candidatos del PSOE salieron en su mayoría a hacer campaña tratando de marcar distancias con Pedro Sánchez y queriendo jugar en el terreno local. El PP planteó la contienda como un plebiscito al presidente. Fue un desastre para los socialistas.
En plena resaca electoral, Sánchez hizo de Sánchez y descolocó el tablero convocando elecciones generales tras una pérdida importantísima de poder en los territorios. La campaña siguiente nada tuvo que ver. El PSOE, incluida María Jesús Montero en Andalucía, donde el partido venía de estrellarse con estrépito en las andaluzas y de nuevo en las municipales, dejó claro que de esconderse nada. Todo lo contrario. Pasaron a la ofensiva y esa convocatoria adelantada que iba a ser un suicidio político para Sánchez, le dieron una derrota suave en las urnas, tanto que hoy es presidente del Gobierno.
Un consejo desoído
Así que todo está visto y contado. Montero viene a liderar el PSOE en la comunidad más poblada de España con acento andaluz y orgullo de ser la mano derecha de Sánchez en el Gobierno y en el partido. Echándole desde el primer día un pulso a Moreno, que insiste en decir que es más “educado” que Díaz Ayuso pero igual de “radical” en sus políticas liberales. Es una estrategia movilizadora de su electorado y, por qué no, polarizadora.
Cuando Moreno visitó al presidente en la Moncloa le advirtió de que tenía una versión edulcorada por parte de los suyos de lo que estaba pasando en Andalucía y que desconocía el alto coste que la financiación singular para Cataluña iba a tener para el PSOE en esta comunidad. Se ve que Sánchez se tomó a risa ese: «Presidente esto te va a salir mal», y le ha mandado de adversaria a quien firmó ese acuerdo con ERC.
Moreno dice que no va a entrar al trapo, convencido de que los andaluces lo que premian y quieren es la moderación, la serenidad y que los «aspavientos» de Montero no van a conseguir erosionar su figura política. Hasta que las encuestas digan otra cosa, tendremos una vida política andaluza que acaba de entrar en la centrifugadora nacional de lleno, con los segundos de Moreno respondiendo a los ataques, y después estará el presidente sin perder la sonrisa. A ver cuánto aguanta.