Todo cambio de entrenador genera expectación y abre un halo de esperanza. Miguel Ángel Ramírez se presentó en el primer día de colegio con un traje ajustado al cuerpo, sin ninguna concesión a las modas: una línea de cinco atrás, con Lluís López, Bernardo Vital y Clemente como centrales, Calero en el lateral derecho en lugar de Luna y Tasende en el otro costado. Keidi Bare y Marc Aguado fueron los elegidos en el centro del campo, escoltados por Aketxe y Liso. Arriba, Iván Azón con la sombra del Como persiguiéndole, peleando como siempre y pasando demasiado tiempo en el suelo de manera innecesaria. Un delantero de su corpulencia tiene que hacer por seguir en pie, no por caer continuamente en el fútbol de las mil cámaras.
Desde el principio, el Real Zaragoza de Ramírez mostró predisposición por presionar hacia adelante e intentó ensuciar las jugadas del Elche con las líneas altas. Cuando le tocó estar recogido, juntó las líneas. Esta disposición táctica le permitió no sufrir apenas nada a pesar de perder claramente la posesión del balón, pero le mantuvo muy lejos del gol durante toda la primera parte, en la que no creó apenas peligro, más allá de algunos disparos bien intencionados desde fuera del área aunque sin veneno. Poussin tuvo que sacar un par de balones violentos con los puños. En la segunda mitad, el guion del encuentro se mantuvo. Solo Aketxe pudo hacer daño. Su disparo se fue alto en el minuto 46.
El tiempo fue pasando como lo había soñado Ramírez, con el partido encaminándose hacia el combate nulo, lo cual tenía un cierto mérito en el estadio del Elche, un rival dotado para la combinación y en zona de playoff. El primer Real Zaragoza de Ramírez se mostró muy ordenado, bien puesto sobre el campo, con un plan destinado básicamente a desactivar las virtudes del oponente y a esperar que del cielo cayera alguna oportunidad corriendo a los espacios.
Al primer Real Zaragoza de Ramírez le costó estirarse hacia la portería contraria y producir fútbol ofensivo. Estuvo siempre más preocupado de intentar rascar un punto que de sumar de tres. Como la propuesta era la que era, el entrenador canario acabó amontonando centrales para asegurar el botín. Cosas del fútbol, que en esta ciudad sientan especialmente mal, algo que deberá aprender pronto, el destino le castigó a minuto y poco del final. El Elche se llevó la victoria y el Zaragoza regresó de vacío, lo cual no quiere decir que no hiciera un buen número de cosas aprovechables para el futuro, evidentemente insuficientes en este contexto.
Sin ninguna duda, el primer objetivo de Ramírez fue asentar los pilares del equipo y construir desde atrás hacia delante, levantar un muro más fuerte defensivamente. A punto estuvo de lograrlo. Con Bazdar, con Soberón, con Álex Forés si acaba firmando definitivamente, con el físico de Arriaga en el centro del campo, con todas las piezas que acaben completando el puzzle, su propuesta deberá ser más ambiciosa. Este tipo de fútbol solo se sostiene en Zaragoza cuando los resultados son favorables. Y no gusta nada cuando se pierde como este domingo en el Martínez Valero.