La trayectoria política de Pedro Sánchez es poco respetuosa con los antecedentes. Fue el primer secretario general del PSOE en recuperar el mando tras haber sido forzado a dimitir por sus compañeros de partido. El primero en llegar a la Moncloa a través de una moción de censura. Y el primer presidente en democracia de un gobierno de coalición. El nuevo movimiento del jefe del Ejecutivo, la designación de varios de sus ministros más relevantes para ponerse al frente de federaciones socialistas, sí cuenta con casos previos. Pero nunca hasta ahora nadie había llegado tan lejos como él.
Hasta cinco titulares de carteras en el Gobierno han tomado ya o tomarán probablemente en el futuro inmediato el mando orgánico del PSOE en otros tantos territorios. Ángel Víctor Torres en Canarias, Diana Morant en la Comunitat Valenciana, Óscar López en Madrid, Pilar Alegría en Aragón y el salto más importante de todos: María Jesús Montero en Valencia. La arriesgada apuesta, que busca que los socialistas recuperen el poder autonómico tras el enorme batacazo sufrido en mayo de 2023, viene a poner de manifiesto muchas cosas al mismo tiempo.
Sobre todo, la autoridad de Sánchez dentro del partido, a pesar de sus controvertidos pactos con el independentismo catalán y vasco, su debilidad parlamentaria y los procesos judiciales que afectan a su entorno más cercano. En otros momentos, el salto de tantos ministros a las federaciones habría provocado profundas heridas internas. Esta vez, en cambio, todo se ha saldado de forma bastante pacífica, empujando a Juan Lobato a dejar el liderazgo socialista en Madrid y a Juan Espadas a hacer lo mismo en Andalucía. Solo Alegría tendrá que someterse a las primarias, un proceso del que Sánchez hacía gala pero que tiene una importancia menor desde que él recuperó el liderazgo socialista en 2017.
Un equipo reducido
El presidente del Gobierno, admiten incluso sus más cercanos, confía de verdad solo en un núcleo muy reducido, algo que explica también que haya decidido apostar por tantos miembros del Gobierno para liderar las federaciones socialistas. La decisión denota la falta de banquillo que sufren los socialistas, con referentes cada vez más escasos. El desembarco de ministros lanza un mensaje muy claro: no hay en los distintos territorios apenas líderes capaces de recuperar el poder autonómico.
Aun así, varios colaboradores de Sánchez optan por verlo de otra manera. “Banquillo sí hay. Lo que ocurre es que es muy difícil trascender, ser conocido y valorado cuando haces oposición en las autonomías. Un caso claro es Espadas en Andalucía. Los ministros, en cambio, sí reúnen esos requisitos”, señala un miembro de la dirección del PSOE. “La batalla ahora es de personalidades. Nosotros apostamos por las más públicas. Ser ministro te concede un enorme protagonismo -añade otro-. Y me hace gracia que el PP se queje de que ahora los ministros harán política. ¡Pero si todo lo que hacen es política!”.
Los peligros
En una situación parlamentaria muy delicada, dependiendo en cada votación en el Congreso de todos y cada uno de sus socios y con un poder territorial escaso tras la debacle de las autonómicas y municipales de hace año y medio, Sánchez lleva semanas insistiendo en la necesidad de «sudar la camiseta» y “no dar ningún partido por perdido”. La apuesta por los ministros, argumentan en su entorno, viene a abundar en esta idea. “El mensaje fundamental es que Sánchez va a dar la batalla no solo en el Gobierno, sino también en las comunidades. Que no se encastilla en la Moncloa, sino que se arriesga y lanza a la gente con más posibilidades. Estamos en el combate”, explica un colaborador.
Pero el movimiento resulta arriesgado. Ni Morant, ni López, ni Alegría, ni Montero cuentan con escaño en los parlamentos autonómicos, así que tienen que delegar en portavoces a los que no han nombrado. Al mismo tiempo, la acción en el Gobierno puede perjudicar sus intereses en el territorio. Montero, por ejemplo, es la encargada de negociar la financiación singular para Catalunya, que cuenta con una enorme contestación en Andalucía. Y los precedentes más cercanos de este tipo de operaciones, por último, emiten señales contradictorias. La candidatura de Reyes Maroto a la Alcaldía de Madrid resultó fallida, pero no la de Salvador Illa a la Generalitat de Catalunya. Sánchez, en cualquier caso, es poco respetuoso con los antecedentes.
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