Las infecciones de transmisión sexual (ITS) han experimentado un incremento alarmante entre la población joven en los últimos años, una situación que preocupa a expertos sanitarios y pone de manifiesto carencias en la educación sexual y el acceso a información fiable. Este aumento, asociado también a la desinformación y el estigma social, exige un enfoque integral que combine educación, prevención y confianza en los sistemas sanitarios.

Las ITS abarcan un conjunto de infecciones causadas por virus, bacterias y parásitos, como el virus del papiloma humano (VPH), el herpes genital, la clamidia, la gonorrea, la sífilis o el VIH. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de un millón de personas contraen una ITS diariamente en el mundo. Estas infecciones, si no se detectan y tratan a tiempo, pueden tener consecuencias graves, como infertilidad, complicaciones en el embarazo y un mayor riesgo de transmisión de otras ITS, incluyendo la infección por VIH.

El doctor Alfonso Cabello Úbeda, jefe asociado del Servicio de Medicina Interna y Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, integrado en el servicio público sanitario de la Comunidad de Madrid (SERMAS), destaca que “la población juvenil experimenta un aumento alarmante de infecciones de transmisión sexual, con cifras que se han multiplicado hasta cinco veces en ciertos grupos en tan solo siete años”. Este dato refleja, según él, “una grave carencia en la transmisión de información clara y efectiva sobre prevención”.

El papel de la desinformación

Aunque los jóvenes tienen acceso a una cantidad inmensa de información a través de internet y las redes sociales, esta no siempre es fiable ni contrastada. “El entorno de desinformación dificulta la adopción de conductas útiles y eficaces a la hora de prevenir una ITS”, apunta el doctor Cabello. Además, subraya que “la falta de educación e información sobre salud sexual desde edades tempranas incrementa el riesgo a lo largo de la vida”, ya que muchas personas alcanzan la etapa adulta sin haber adquirido el conocimiento sobre las diferentes herramientas efectivas para protegerse.

Un factor crucial es la perpetuación de mitos y creencias erróneas sobre las ITS. Por ejemplo, se minimiza o desprecia el riesgo asociado a ciertos contactos sexuales, lo que genera una falsa sensación de seguridad. “La información distorsionada o incompleta es tan peligrosa como la falta de información”, enfatiza el experto.

El último estudio del Ministerio de Sanidad para prevenir las infecciones de transmisión sexual (ITS) en jóvenes señala que un 77% de los jóvenes entre 15 y 24 años usan el preservativo, si bien cae al 69% entre aquellos comprendidos entre los 25 y los 29 años.

La consulta médica como espacio seguro

Frente a este panorama, los profesionales sanitarios juegan un papel crucial para educar y ofrecer herramientas de protección a los jóvenes. Uno de los pilares es generar confianza en la entorno sanitario, especialmente al atender a adolescentes. Una situación recurrente entre aquellos que sospechan tener una infección de transmisión sexual es realizar una consulta rutinaria y abordar la duda principal sólo cuando se alcanza cierta sensación de seguridad en la consulta.

Para afrontar esta dinámica, la actitud de los pediatras es clave, siendo el clima que generan en estas situaciones fundamental para facilitar la confianza. También es crucial el apoyo de las familias y el profesorado para que los jóvenes perciban la consulta sanitaria como un espacio seguro. Para ello, estas instituciones, que tanto influyen en los jóvenes, deben ayudar a identificar la consulta del sanitario de referencia como un espacio donde obtener información fiable y adecuada, y donde se les va a tratar con confidencialidad y sin prejuicios.

Impacto emocional y estigma

El impacto de las ITS no se limita al plano físico, trascendiendo al impacto emocional que en los adolescentes. Los jóvenes diagnosticados de ITS atraviesan un proceso emocional complejo que comienza desde la relación sexual sin protección, pasa por la aparición de los primeros síntomas y sigue con la confirmación del diagnóstico y sus implicaciones.

Durante este proceso, muchos jóvenes experimentan culpa, vergüenza, preocupación e incluso miedo. Estos sentimientos pueden derivar en problemas psicológicos más graves, como depresión, ansiedad o aislamiento social. A esto se suma el estigma social asociado a estas infecciones, uno de los mayores obstáculos tanto para el diagnóstico como para la prevención. La vergüenza y las ideas preconcebidas llevan a muchos jóvenes a retrasar la búsqueda de ayuda, lo que perpetúa y, potencialmente, agrava el problema.

Según una encuesta del Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, el 40 % de los adolescentes evita hablar sobre salud sexual con sus padres o profesionales sanitarios por miedo al juicio o a represalias. Este silencio retrasa los diagnósticos y reduce las oportunidades de educación preventiva.

Prevención y vacunas: un cambio de paradigma

La prevención es una herramienta esencial para combatir las ITS, y las vacunas representan una de las estrategias más efectivas. La doctora Helena Moza Moríñigo, especialista del Servicio de Medicina Preventiva de la Fundación Jiménez Díaz, destaca cómo “las vacunas han cambiado el paradigma de la prevención en salud pública”. Un ejemplo claro es la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), que no solo previene la infección, sino también las enfermedades oncológicas relacionadas.

“La inmunización,  debe considerarse una estrategia esencial para reducir la carga de esta enfermedad en la población”, subraya la doctora Moza Martínez. Además, aboga por integrar las vacunas en los programas de salud pública y educación sexual, destacando su impacto positivo en la protección de las nuevas generaciones.

Educación sexual: la base para prevenir

Más allá de las herramientas clínicas, los expertos coinciden en que la educación sexual es la piedra angular de la prevención. Una educación sexual integral, que aborde temas como el uso adecuado de preservativos, las vacunas y otras herramientas de prevención, la importancia de las pruebas diagnósticas y el acceso a información fiable, puede marcar una gran diferencia en la lucha contra las ITS.

Los expertos insisten en la necesidad de que la información llegue a los jóvenes de manera clara y accesible, con campañas de concienciación que deben adaptarse al lenguaje y las plataformas que utilizan, como las redes sociales, para maximizar su impacto.

En países como Holanda, donde la educación sexual es obligatoria desde edades tempranas, las tasas de ITS y embarazos no deseados entre jóvenes son significativamente más bajas. Este enfoque integral demuestra que invertir en educación genera resultados positivos a largo plazo.

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