Pedro Alonso, el Berlín de ‘La Casa de Papel’, reconoce que en los últimos 10 años le ha pasado de todo. «Murió mi padre, me he separado, me he vuelto a enamorar, he escrito mucho, he vivido un fenómeno mediático«… El éxito de la serie de los atracadores del mono rojo le pilló después de sufrir, a los treinta y pocos, una gran crisis y una depresión de la que le ayudó a salir la meditación. No fue la única forma que usó para revisar su propia vida, ya que además se había adentrado en los ritos chamánicos, en los que vuelve a sumergirse en ‘La nave del encanto’, su primer proyecto como director, una serie documental de tres episodios que acaba de estrenar Netflix y en la que el actor emprende una búsqueda espiritual durante una travesía por México en la que también experimenta con sustancias alucinógenas.
«El detonante principal para hacer este proyecto fue la pandemia, ese momento en el que, de puertas para adentro, sentimos que teníamos que revisar algo de la configuración en la que estábamos viviendo todos», explica el protagonista de ‘Berlín’, el ‘spin off’ de ‘La Casa de Papel’. «Vivimos en una sociedad en la que todo tiene que ser inmediato, pero eso no nos conduce más que a una compulsión neurótica cada vez más histérica«, reflexiona el actor.
Ahí fue cuando empezó a revisar los textos que había escrito sobre su viaje al desierto de San Luis Potosí y decidió que había encontrado el germen para este proyecto audiovisual escrito, protagonizado y codirigido por él, junto a Enrique Baró. «Vi que quizá procedía compartir alguna de esas preguntas más allá de la parte golosa de que esos viajes estuviesen asociados a sustancias de visión entendidos, en muchos lugares, como drogas, de la forma más genérica y tan poco matizada», explica.
«No vamos de gurús»
De hecho, confiesa que personas cercanas le recomendaron no rodar el documental «por razones que son fáciles de entender, porque el nivel de exposición es grandísimo». «Pero estamos muy tranquilos con el resultado porque no nos hemos sentido proselitistas ni mesiánicos, no vamos de gurús de nada, sino que abrimos grandes preguntas», recalca acerca de esta ‘road movie’, tanto física como espiritual, al encuentro de los maestros del chamanismo para compartir sus rituales, creencias y filosofías de vida, alejándose de los prejuicios occidentales que deambulan entre la atracción y las dudas.
«Dudar es bueno y, desde luego, ese es uno de los mensajes de este documental: dudemos, reflexionemos en voz alta, abramos el mecanismo de nuestra percepción a ver si hay cosas que podemos ajustar», recalca Alonso.
Nada más comenzar el documental, el actor ya admite que puede que ‘La nave del encanto’ sea «una película que para muchos va de drogas». Pero él asegura que al ver este trabajo se «neutralizan todas esas ideas preconcebidas». Lo corroba su codirector, Baró. «Le damos tanta importancia a la búsqueda del peyote como a la ingesta. Lo mismo con la ayahuasca y los honguitos. Podíamos haber hecho un catálogo de ingestas, pero no era lo que queríamos, sino darnos tiempo para entender que esto forma parte de un proceso», destaca.
Las orejas del lobo
El viaje desde la zona húmeda de México, la selva, a la zona seca, del desierto, no está exento de peligros y Alonso lo va narrando durante los tres episodios como la ‘Odisea’ de Ulises. «En los 10 años que he estado viajando por México solo he recibido gentileza, pero de vez en cuando aparecen las orejas del lobo malo, y aquí lo hicieron de una forma incluso más ‘heavy’ de lo que está contada», afirma el actor.
Baró, por su parte, entiende que un trabajo como este, «que habla del misterio, tenía que estar abierto a todo lo que pudiera pasar que no estuviera previsto» y que ellos narran haciendo partícipe al espectador. «Por mucho que tuviéramos una hoja de ruta, la ruptura de esa planificacion también era un mensaje de lo que estábamos contando. Entendimos que casi todo aquello que fuera un impedimento malo para nosotros quizá era bueno para el relato», subraya.