«Yo soy David y voy con Dios en batalla permanente». Al igual que Javier Milei, al que tanto desprecia, Nicolás Maduro tuvo este viernes su momento bíblico. La glosa incluyó a la encarnación contemporánea de Goliat, Estados Unidos, y la promesa de derrotarlo con algo más que una honda. La cita se escuchó como una respuesta a la decisión del Gobierno de Joe Biden de elevar a 25 millones de dólares una recompensa por la captura del hombre que juró por tercera vez este viernes como presidente. Por el ministro del Interior y Justicia, Diosdado Cabello, se ofrece la misma suma. La cabeza del ministro de Defensa, Vladímir Padrino López, tiene el precio de 15 millones de dólares.
Biden abandona la Casa Blanca en 10 días y el anuncio tiene, más allá de su eficacia, un mensaje que parece inequívoco: las relaciones con Venezuela serán más conflictivas que en los últimos cuatro años en virtud de un acuerdo bipartidista. Biden fue el presidente de la flexibilización de las sanciones económicas contra Caracas bajo el compromiso del madurismo de llevar a cabo elecciones transparentes y con garantías para todos sus competidores. Esas cláusulas, pactadas con la oposición, se cumplieron a medias. La validación oficial del triunfo de Maduro en las urnas sin que se exhiban las actas electorales marcaron un punto de inflexión para Washington. Primero sancionó a funcionarios electorales y judiciales. Luego amplió la lista a uniformados señalados como participes de la represión a la protesta. Más tarde, reconoció a Edmundo González Urrutia como presidente electo y el Congreso promovió una ley que restringe las posibilidades de realizar transacciones comerciales con Venezuela.
Entre los sancionados por la Administración de Biden se encuentra el presidente de Petróleos de Venezuela (PDVSA), Héctor Andrés Obregón Pérez. Pero por el momento, Estados Unidos no activado la medida que podría afectar verdaderamente el crecimiento de la economía venezolana: una revocación de la licencia especial otorgada a la energética Chevron para extraer petróleo. Tampoco se propone acciones que podrían impactar en otras empresas extranjeras como Repsol.
Donald Trump se solidarizó con María Corina Machado tras el confuso incidente del jueves, calificado de intento de secuestro por la dirigente opositora y de maniobra de distracción por el Gobierno. «La gran comunidad venezolana-estadounidense en Estados Unidos apoya abrumadoramente una Venezuela libre, y yo los apoyo firmemente«, dijo el próximo presidente de Estados Unidos.
González Urrutia fue recibido en Washington por Michael Waltz, el futuro asesor de Seguridad Nacional de Trump. La designación de un halcón como Marco Rubio como secretario de Estado sugieren una inminente dosis de radicalidad de Estados Unidos en la cuestión venezolana. Los alcances de esa «firmeza» de Trump medirán hasta dónde podrá llegar la Casa Blanca y si esos pactos impactan en el negocio del crudo.
La UE y América Latina
La UE también ha cuestionado la asunción de Maduro. Kaja Kallas, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, sostuvo que «carece de la legitimidad de un presidente electo democráticamente». Reino Unido hizo lo propio. Hasta el momento, la UE no dio el paso de Washington de reconocer a González Urrutia como presidente electo. La oposición venezolana espera algo más que un premio Sájarov para la Libertad de Conciencia para el exdiplomático.
Maduro juró como mandatario hasta 2031 con la módica presencia de dos previsibles presidentes latinoamericanos: Miguel Díaz-Canel, de Cuba, y Daniel Ortega, de Nicaragua. Las relaciones con Luiz Inacio Lula da Silva y Gustavo Petro, de Brasil y Colombia, se ha deteriorado de manera ostensible. La diplomacia brasileña vetó la entrada de Venezuela al BRICS, una decisión que enervó al Palacio de Miraflores. Maduro, en su discurso de este viernes, defendió su pertenencia a ese bloque que lideran China y Rusia. Ni Brasil ni Colombia quieren una ruptura con Caracas, y por eso estuvieron presentes sus embajadores en la controvertida toma de posesión. México obró en la misma dirección.
Según Maduro, la ceremonia de asunción fue posible porque Venezuela está en paz. La tranquilidad mentada por las autoridades encuentra a un país que ha debido cerrar sus fronteras con Colombia. El ministro de Exteriores de ese país, Luis Gilberto Murillo respondió: «El hecho de que se mantengan las relaciones diplomáticas, no significa que se avalen los resultados. Colombia mantiene una diplomacia responsable y estratégica con el fin de construir relaciones en el tiempo».
El chileno Gabriel Boric fue más enfático. Habló de «dictadura» y Cabello le llamó «tonto». Los otros países latinoamericanos, con Argentina a la cabeza, se han alineado con Washington. Se reedita el mismo juego de posiciones de 2019, cuando un llamado Grupo de Lima se conformó para sostener al «presidente encargado» Juan Guaidó en sus intentos de entrar al Palacio de Miraflores.