La muerte del dictador me pilló con 10 años y conservo, por tanto, un recuerdo infantil, a fogonazos en blanco y negro: Arias Navarro en la tele, con la voz compungida; mi madre, que bajó enseguida a comprar aceite y legumbres, por si acaso, por la memoria del hambre; y el clima de inquietud en el rellano, entre otras razones porque el hijo de los vecinos estaba haciendo la mili en Melilla. Suspendieron el cole. Intuía que se estaba cociendo algo gordo y era consciente de lo que habían supuesto la guerra y la posguerra para los míos, aunque apenas se hablara de ello: la cárcel para un abuelo, el exilio a México de una rama, y hasta cierto punto también la inmigración, por la perpetuación de la pobreza en el sur. Pero diría que mi familia, como la gran mayoría de españoles, transitó por la larga noche del franquismo según el lema no escrito de calla, trabaja, no te signifiques.

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