Carmina Díaz y Marcial Fernández estarían felices y orgullosos de ver a su hijo Jorge Fernández Díaz recoger el premio «Nadal». El periodista y escritor argentino era ayer un hombre agotado por una experiencia abrumadora que le mantuvo en estado de alerta toda la noche porque, como reconocía a este diario, cuando terminó la vorágine de la gala en España arrancó otra más lejana desde su país de origen. Pero el regalo de Reyes valía la pena. Su novela «El secreto de Marcial» completa con «Mamá» (2002) un singular y por ello universal doblete literario y personal que hunde sus profundas raíces en el pueblo de Almurfe (Belmonte), de donde Carmina partió con solo 15 años y sola a la Argentina, y en Barcia (Valdés), de donde partió su padre.
Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) explicaba a los medios tras darse a conocer el fallo que su obra era una asignatura pendiente con su padre como figura paradigmática de una generación de padres que no podían comunicarse con sus hijos, y «todavía hay hombres que les cuesta comunicarse con sus hijos».
Homenaje a los emigrantes
Es «El secreto de Marcial» una búsqueda íntima y personal, la del escritor que indaga en una personalidad llena de pliegues ocultos, lo que da pie a una trama con brotes de suspense entre Asturias y Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XX y en la actualidad. Es un homenaje a los emigrantes españoles y en su interior conviven también los misterios familiares y las relaciones no siempre armoniosas entre padres e hijos. «Fueron hombres duros», dijo, «no entrenados para esa función». En su libro «Mamá» dedicado a su madre, un inesperado éxito de ventas en todo el mundo, solo aparecía Marcial en un capítulo, pero durante su gestación tuvo claro que en su vida había zonas de sombra en las que no podía entrar. Un reto para el futuro.
Marcial falleció en 2005 y pasó a ser el «fantasma literario» del autor, una obsesión constante a la que no sabía cómo acceder. Algo así como «Ciudadano Kane» y su trineo «Rosebud» de fuego esclarecedor. Y es que el cine norteamericano fue un punto en común de padre e hijo, una vía de comunicación desde la pantalla con sus fantasmas inmortales. Marcial adoraba las películas de Tyrone Power. Buen gusto. Y ambos veían con fascinación «Qué verde era mi valle», de John Ford. Mina, familia, melancolía, tiempos duros, madres poderosas. Luchadores sin tregua. Verdor de Asturias.
«Si madre no hay más que una, cada padre es un enigma», declaró Fernández Díaz ya con el misterio del «Nadal» desvelado. La peripecia personal se desarrolla en un marco mucho más amplio en la novela de un creador total que empezó en el reporterismo y hoy es uno de los periodistas argentinos más influyentes. Y admirados. «La historia de la emigración es hoy algo subversivo», afirmó el ganador, que logró también el éxito de ventas con la trilogía negra de «El puñal», «La herida» y «La traición».
Su libro sobre su madre tras entrevistarla durante 50 horas le puso ante el abismo íntimo de una historia que conocía a retazos, llena de aspectos que ignoraba. Y que eran decisivos. El alzhéimer amordazó su memoria pero aquel gran reportaje previo le permitió poner titulares a muchas páginas sobre el pasado de sangre común. Con su padre ocurre lo mismo: «Parece que son cosa antigua, pero son cosa del presente».
Carmina era de Almurfe y Marcial de Barcia, y, como evocaba el autor a este diario al poco de terminar la pandemia, «ambos tenían ese espíritu guerrero de los viejos emigrantes. Ellos tenían la ‘vacuna’ para hacerse fuertes y sobrevivir, y salir adelante. La prosperidad tardó mucho en llegar, y por lo tanto no los había atontado. Son mi inspiración en momentos difíciles. Nuestros viejos, que han vivido verdaderas gestas, deberían ser la vacuna de los más jóvenes, que deberían escucharlos más y aprender de ellos».
Marcial («hipocondríaco que a la vez consumía fritos y colesterol como si fuera inmortal») trabajó junto con otros muchos compañeros como dinamitero abriendo túneles para el ferrocarril. «Lo obligaban a trabajar sin mascarillas ni cuidados», recordaba su hijo, «y contrajo una silicosis. Esa enfermedad fue la que finalmente lo mató. Muchas décadas más tarde, lo operaron exitosamente del corazón, pero jamás pudieron despertarlo, porque los pulmones del viejo dinamitero no podían tomar el control. Estuvo 33 días en terapia intensiva y cuando murió fue un sacudón muy fuerte para todos nosotros, principalmente para mí».
De lágrimas y amnistía
Sigamos bajando a la mina de los recuerdos: «Marcial era camarero de un café de Buenos Aires. Él esperaba que yo fuera abogado, médico, ingeniero. Cuando supo que yo quería ser escritor pensó que quería ser vago. Confundía la literatura con la vagancia. Y me dio literalmente por perdido. Estuvimos siete años en los que apenas podíamos comunicarnos. Pero a los 25 años yo ya era redactor de sucesos, y escribía una novela negra por entregas en el periódico. Fue entonces cuando una tarde, Marcial me llamó a la redacción, algo que nunca hacía. Yo creí que había ocurrido una catástrofe, pero no. Mi padre quería saber cómo seguía la novela por entregas, para poder anticiparles lo que sucedería a todos los parroquianos de su café. Me saltaron las lágrimas al descubrir eso. La literatura, que nos había separado, nos volvía a unir. Ambos decidimos, efectivamente, amnistiarnos».
Fernández Díaz visitó Asturias por primera vez en 1968: «Yo tenía 8 años, y mi hermana María del Carmen tenía 3. Carmina nos trajo en barco. En el puerto estaba María del Escalón, su madre, que la había enviado a la Argentina prometiéndole que toda la familia la seguiría (cosa que nunca ocurrió). Ese reencuentro, los gritos y llantos en el puerto, fue algo tremendo. Inolvidable. En Almurfe vivimos cinco meses. Y a veces sueño que estoy con mis primos Jose y Concha en esa carretera. Son recuerdos míticos». En la Argentina próspera de Perón, Carmina dejó de pasar hambre. En el Club Cangas del Narcea se enamoró de un emigrante asturiano como ella, al que llamaba don Fernández. Luego pasó a ser su marido Marcial. Ambos han vuelto a encontrarse gracias al enigma mágico de la literatura.