Nicolás Maduro debe jurar el próximo viernes como presidente por tercera vez y con el declamado apoyo de las Fuerzas Armadas. Pero antes de que tenga lugar la desteñida ceremonia en la Asamblea Nacional (AN), la capital venezolana volverá a funcionar como caja de resonancia del un conflicto político sin salida a la vista. El 9 de enero se movilizan el oficialismo y la oposición. Los primeros, para blindar a Maduro en una ciudad militarizada como Caracas. Los segundos en defensa de la legitimidad de la victoria en las urnas de Edmundo González Urrutia. Las facciones velan sus armas en medio de una pregunta sin respuesta sobre el cumplimiento de la promesa del excandidato de retornar a ese país con el propósito declarado de tomar posesión de un cargo ejecutivo que reclama al considerarse vencedor de las elecciones del 28 de julio.

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