Leo estos días manifestaciones de miembros del gobierno valenciano que indican las pautas que se seguirán en las tareas de reconstrucción de las zonas afectadas por la DANA del pasado mes de octubre. Dos meses después de la tragedia, siguen las tareas de desescombro y recuperación de lo dañado, pero quedan aún semanas de limpieza del barro acumulado y de restos de los arrastres ocurridos. Pero hay que comenzar a planificar el futuro de estos territorios dañados.
De la experiencia adquirida tras la DANA de la Vega Baja de septiembre de 2019 y la puesta en marcha del plan Vega Renhace, incomprensiblemente abandonado, aunque reconocido internacionalmente por la academia como un excelente plan estratégico territorial de adaptación al cambio climático, creo que lo mejor en estos momentos sería constituir un grupo de trabajo, de científicos y técnicos -los hay muy buenos en análisis y gestión de riesgos naturales y cambio climático en la C. Valenciana-, que diseñaran en los próximos dos meses un programa de trabajo para el próximo quinquenio.
Un plan de reconstrucción no debe ser un plan de imposición. No debe ser un plan de arriba abajo, sino todo lo contrario. Debe ser un plan consensuado con los territorios afectados que son los primeros interesados en que esta labor se haga bien desde el principio.
Por eso, debe trabajarse con los colectivos sociales, económicos, culturales, educativos, de los municipios afectados. Si no, no tendrá buen comienzo.
Y debe ser un plan que piense en las zonas afectadas a medio y largo plazo. Que se haga para sus ciudadanos, no para los políticos, sean del partido que sean.
En la Vega Baja del Segura esto no se entendió. Y el plan fue dinamitado desde el principio por la política de cortas miras y por colectivos a los que se engatusó con promesas que nunca se cumplirían. Ahora muchos se lamentan de que ya no funcione ese plan. Ojalá no pase lo mismo en la zona afectada de Valencia. Los comienzos no resultan esperanzadores. Sobre todo, por el enfrentamiento político entre los dos partidos mayoritarios. Y sin acuerdos no hay nada que hacer. O se hará mal.