El giro en la política austríaca, cuya derecha moderada ha pasado de descartar toda colaboración con los ultras a estar disponibles para una coalición liderada por el radical Herbert Kickl, ha sacudido no solo el país alpino, sino que tendrá consecuencias en el resto de Europa. Austria había impuesto el cortafuegos al ultra FPÖ, pese a que ya había sido socio menor de gobierno en etapas pasadas, ante la posibilidad de que alcanzara por primera vez la jefatura del Ejecutivo. El cordón sanitario se rompió por falta de consenso entre conservadores, socialdemócratas y liberales en un país próspero, de pronto sacudido por la debilidad económica.

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