Ha vuelto a andar. Sus pasos son breves pero enérgicos. Con la mano que conserva se apoya sobre la barra y se impulsa hacia delante. Cada pequeña zancada sin titubeos es una victoria colosal, una reafirmación de estar vivo. Ibrahim Adnan tiene 21 años y sufrió una triple amputación tras sobrevivir a un ataque aéreo israelí en la Franja de Gaza. “Lleva siete meses con nosotros y ha comenzado a caminar. Sus progresos son fabulosos”, celebra a su lado Suleiman Ahmed, el médico que supervisa sus avances.

Ibrahim observa al doctor mientras trata de deslizarse sobre la barra, siempre un poco más lejos. “Me siento bien, empezando una nueva vida”, relata el joven, oriundo de Jan Yunis, una ciudad situada a 20 kilómetros al norte de la frontera con Egipto y -como el resto de la Franja- reducida a escombros tras 15 meses de continuos bombardeos israelíes. El veinteañero es uno de los cientos de pacientes gazatíes que alberga el complejo de Al Thumama, una instalación de edificios residenciales construida para albergar a visitantes y aficionados del Mundial celebrado en Qatar hace dos años.

El camino de la rehabilitación

Desde el pasado febrero son los supervivientes palestinos de la operación militar israelí los que ocupan las estancias, emplazadas cerca del estadio de fútbol homónimo, en uno de los barrios de Doha. En uno de sus inmuebles, Ibrahim batalla con su rehabilitación y la adaptación a las dos prótesis que sustituyen a las piernas que perdió en el bombardeo. “Mi vida era muy normal. Estudiaba en el tercer año del colegio de enfermería en la universidad de Al Azhar”, recuerda, empecinado en “completar la rehabilitación a la mayor brevedad posible”. “Y realmente está en el camino de cumplir sus dos objetivos: ser plenamente autónomo y estudiar Psicología”, comenta Ahmed. “La idea de volver a estudiar me da energía para seguir”, confiesa.

Con una tregua que hace un año apenas duró una semana, la devastadora guerra de Gaza ha segado más de 45.500 vidas, incluidas las de 17.500 menores de edad. La ofensiva militar, sin visos de concluir en mitad de hasta ahora infructuosos esfuerzos de mediación para un alto el fuego, ha dejado un ejército de civiles heridos: la cifra está a punto de superar las 110.000 personas. Se estima que al menos 11.000 gazatíes se hallan desaparecidos, sepultados por las montañas de escombros que pueblan el enclave palestino. Con cerca de dos millones atrapados en Gaza, las instalaciones médicas han sido blanco continuo de los ataques del ejército israelí agravando la crisis humanitaria y dejando a los civiles sin hospitales.

Reconvertido en refugio para algunos de esos supervivientes, el complejo de Al Thumama sirve ahora de cobijo para 2.000 gazatíes evacuados de la Franja. Desde el inicio de la operación militar israelí, tras los ataques de Hamás el 7 de octubre de 2023, Qatar ha acogido a unos 2.500 palestinos. Entre los residentes actuales en el recinto, figuran 350 amputados que reciben la asistencia diaria de Ahmed. “Nuestros pacientes son muy diversos, desde niños de cuatro meses hasta adultos de 70 años. En la mayoría de los casos, son lesiones muy complicadas. No encontrarás ninguna amputación limpia por las condiciones en las que fueron intervenidos y por las infecciones que sufrieron. Muchos han tenido que pasar por sucesivas cirugías”.

Niños juegan en las instalaciones de Al Thumama. | Francisco Carrión

El trauma de los supervivientes

Además de las pérdidas de extremidades, el equipo de médicos atiende a personas que los ataques dejaron paralizadas. Como Amjad Gomah, que lleva ocho meses postrado en una camilla en uno de los inmuebles destinados a quienes fueron trasladados a Qatar sin familia. “Cuando llegué aquí solo podía mover los ojos. Ahora al menos puedo usar los brazos”, señala este joven de 25 años, sometido a dos cirugías desde un ataque que recuerda vagamente. “Sólo sé que estaba durmiendo cuando la bomba cayó sobre la casa, el 19 de octubre de 2023, y que desperté una hora después en el hospital”, apunta. Semanas después, fue trasladado a Egipto a través del cruce fronterizo de Rafah.

Gomah pasa de puntillas por el instante que cambió su existencia. “Quiero empezar a estudiar programación cuanto antes”, dice a modo de disculpa. Las heridas invisibles, las que se ocultan tras las lesiones físicas de quienes transitan Al Thumama en silla de ruedas y prótesis, son las más difíciles de restañar. “Las secuelas psicológicas son siempre las más complicadas de tratar. Van a necesitar mucho tiempo y habrá algunos pacientes que nunca se recuperen”, afirma José Luis Rondón, un médico cubano que ayuda al equipo de galenos desde el pasado junio.

Curtido en otras misiones previas, como el brote del ébola que asoló África occidental en 2014, Rondón reconoce que el actual es uno de sus destinos más complejos de gestionar. “Hay muchos amputados y pacientes con fracturas en la columna, complicaciones medulares, traumatismos craneoencefálicos. Vemos a niños a los que les faltan dos miembros o jóvenes sin extremidades”, detalla. “Es difícil ponerse en el lugar de estos pacientes y en lo que están pasando, con enormes niveles de estrés y sabiendo que muchos de ellos siguen teniendo a familiares en Gaza bajo las bombas y no saben cuál es su paradero ni su suerte”.

Por el asfalto de una de las calles cercanas a la clínica, la quinceañera Hayat empuja su silla de ruedas. Lo hace sonriendo. “Aquí la vida es buena”, murmura. La joven fue una de las primeras víctimas de la contienda. El 13 de octubre de 2023, apenas seis días después de que los cazas y drones israelíes comenzaran a bombardear Gaza, una bomba despedazó su hogar. “Mis padres murieron en el acto. Mi cuerpo se quedó paralizado por el impacto”, rememora. Procedente del norte de Gaza -una de las zonas más afectadas por los ataques, sometida a un asedio denunciado por la comunidad internacional- vive en Al Thumama con su abuelo. “Pero quiero volver a Gaza si Dios quiere. Dejé allí a dos hermanas y un hermano”, dice.

Mis padres murieron en el acto. Mi cuerpo se quedó paralizado por el impacto

A media mañana los niños corretean por las instalaciones deportivas y el parque con columpios infantiles del recinto. En los alrededores se sucede un deambular de pacientes que llegan y salen de sus sesiones de rehabilitación. Son algunos de los rostros de “una epidemia de lesiones traumáticas y discapacidades” que denuncian desde la ONU. “Gaza tiene el mayor número de niños amputados per cápita del mundo: muchos pierden miembros y son sometidos a operaciones sin ni siquiera anestesia”, denunció hace unas semanas Philippe Lazzarini, comisionado general de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos. La Organización Mundial de la Salud estima que una de cada cuatro personas heridas durante la guerra sufrió lesiones que le cambiaron la vida y necesitará servicios de rehabilitación, incluida la atención para amputaciones y lesiones de la médula espinal. Un análisis llevado a cabo hace meses calculó que se habían producido alrededor de 4.000 amputaciones de extremidades junto a otras lesiones medulares, traumatismos craneoencefálicos y quemaduras graves.

Un largo camino en mitad de una guerra sin fin que sigue cobrándose vidas a diario y mutilando el cada vez más precario sistema médico en Gaza. “Hospitales bombardeados y destruidos, más de mil profesionales de la salud muertos, y un sistema de salud completamente colapsado evidencian que para Israel no existe un lugar seguro para la población civil en Gaza”, denuncia Amnistía Internacional, que menciona el largo batallón de mutilados y los ataques reiterados a los hospitales como pruebas del genocidio que trata de dirimir la Corte Internacional de Justicia.

Yasin, de 7 años, posa con las secuelas del ataque al que sobrevivió. | Francisco Carrión

El milagro del pequeño Yasin

Uno de esos menores a los que la guerra alteró el porvenir es Yasin. Tiene siete años y espera turno para su revisión en un pasillo de la clínica. Llega cogido de la mano de Jalima, su tía. Y no se despega de su protectora. Su madre murió en el bombardeo que desfiguró al pequeño: perdió uno de los ojos; sufrió fracturas en la boca y perdió la mitad de su cabellera, resultado del fuego que se desató tras el impacto. “Toda la gente que había a su alrededor aquel día murió”, asevera Jalima. Sucedió el 31 de diciembre de 2023 en la ciudad de Gaza.

Gaza tiene el mayor número de niños amputados per cápita del mundo

“La falta de asistencia en el hospital Al Shifa agravó su situación. Pasó un mes en la UCI”, recuerda el familiar que le acompaña desde abril en el emirato tras ser evacuado desde Egipto. Yasin no habla. Escucha cabizbajo con su cuerpo adherido casi al de su tía, que trata de mitigar sus ganas de sollozar.

De todos los pacientes a los que ha atendido en estos meses, el médico cubano no consigue olvidar a un niño de año y medio. “Tiene un brazo amputado al nivel del codo y en el otro solo le queda un dedo. ¿Qué le deparará a ese pobre ángel con 18 meses de vida? ¿Cuándo se recuperará? ¿Cómo vivirá?”, clama el doctor. Sus preguntas retumban sin respuesta cierta, lejos del ruido de la guerra en Gaza. 

Hospitales destruidos, médicos arrestados y bebés que se mueren de frío y hambre

Una niña camina por una zona destruida en el campo de refugiados de Al Maghazi, en el centro de Gaza. | Efe

Hussam Abu Safiyah es un médico palestino que vive en el norte de Gaza. Es pediatra y director del hospital Kamal Adwan, uno de los últimos que apenas funcionaba en el norte de Gaza. Este hospital, situado en Beit Lahia, cerca de Jabalia, ha sido objeto de órdenes de evacuación y ha sido asaltado por el ejército israelí varias veces desde el pasado 7 de octubre de 2023. Hace unos meses, el 25 de octubre, el ejército israelí irrumpió brutalmente en el hospital, bombardeó sus edificios, detuvo a muchos pacientes y a todo el personal. En el ataque también murió el hijo de Hussam Abu Safiyah.

Desde diciembre de 2024 el asedio al hospital se ha multiplicado y hace unos días ha quedado fuera de servicio. Varias zonas han sido incendiadas y gravemente dañadas; entre ellas el laboratorio, la unidad quirúrgica o el almacén de suministros médicos. Antes de este asalto solo quedaban dos médicos; uno de ellos, el Dr. Hussam Abu Safiyah. Desde el comienzo del genocidio israelí en Gaza se ha negado a evacuar el hospital y abandonar a sus pacientes. Sin embargo, el pasado 27 de diciembre fue arrestado cuando las fuerzas israelíes asaltaron el hospital. Varias imágenes de ese día muestran al médico caminando hacia un vehículo blindado de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF). Tras el incidente, un portavoz de las IDF confirmó su arresto y afirmó que había sido trasladado para ser interrogado. Desde entonces no se ha proporcionado más información sobre su paradero.

Antes del 7 de octubre de 2023 había 36 hospitales en la Franja. Actualmente tan solo unos pocos siguen operativos…

El jueves 1 de enero la organización Physicians for Human Rights (PHRI), actuando en nombre de la familia del Dr. Abu Safiyah, solicitó información a las autoridades israelíes de su situación y paradero. En su respuesta, el ejército declaró: «tras su consulta, nos gustaría informarle que la revisión no ha encontrado indicios de arresto o detención del individuo en cuestión». A la luz de esta negación, PHRI ha presentado una petición ante el Tribunal Superior de Justicia de Israel exigiendo la divulgación inmediata de la ubicación del Dr. Abu Safiyah. Esta respuesta coloca al Dr. Abu Safiyah en situación de desaparición forzada y como tal, corre un gran riesgo de ser sometido a tortura y malos tratos.

Este caso es solo un ejemplo del acoso y persecución del sector sanitario en Gaza. Antes del 7 de octubre de 2023 había 36 hospitales en la Franja. Actualmente tan solo unos pocos siguen operativos; el último en vaciarse, el Kamal Adwan. Los últimos 15 pacientes críticos, 50 cuidadores y cuidadoras y 20 trabajadores de la salud fueron trasladados al Hospital Indonesio, aunque este carece del equipo y los suministros necesarios para ofrecer una atención adecuada. Entre los pacientes, muchas de las mujeres que van a dar a luz. En octubre de 2023, unas 50.000 mujeres estaban embarazadas y sin acceso a salud obstétrica, y más de 20.000 bebés han nacido desde el inicio de los ataques./ AMNISTÍA INTERNACIONAL

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