Fue una cabalgata que marcó récord en dos sentidos. Primero, en el número de figurantes con un séquito real formado por 1.850 personas y, después, por la cifra de asistentes: 70.000, según los datos de la Policía Local. «Hemos superado todas las cifras anteriores», anunció con suma alegría el Alcalde, Alfredo Canteli. Junto al deán, Benito Gallego, fue el encargado de recibir en la plaza de la Catedral a Melchor, Gaspar y Baltasar para realizar la tradicional adoración al niño Jesús ante el misterio de la plaza de la Catedral. Esta fue la única parada en la que sus Majestades se bajaron de sus nuevos tronos, aunque no fue la única pausa. Los Reyes subieron de forma escalonada la calle San Francisco para evitar accidentes con los caballos. Además, y para garantizar la seguridad, todo el recorrido estuvo vallado. Al otro lado, niños, padres y abuelos lo dieron todo y gritaron a pleno pulmón cuando aparecieron las carrozas reales.
Fue una tarde donde el tiempo respetó. Las buenas temperaturas predominaron durante toda la jornada, aunque cayeron unas gotas cuando sus Majestades estaban en la calle Uría a la altura de la plaza de la Escandalera. Sin embargo, no fue una preocupación. Los nervios brotaban en otro sentido: «Chicos, ya vienen los Reyes», dijo una jinete de Qatar y la locura se desató ante la presencia de los Reyes Magos, que estrenaban carrozas. Las anteriores tenían veinticinco años de antigüedad y habían sufrido el paso del tiempo. Es por ello que el Ayuntamiento encargó en septiembre unos nuevos tronos manteniendo la línea marcada por el oscarizado director artístico Gil Parrondo y continúan siendo tiradas por caballos.
Solo cambió el techo que en vez de estar cubierto, quedó adornado por luces leds. Sus Majestades volvieron a tener un año más a su lado unos ayudantes fundamentales. Melchor confió en el director ejecutivo de Sekuens, David González; Melchor contó con la colaboración del delegado de Defensa en Asturias, Juan Luis González; y Baltasar volvió a contar con la ayuda del sociólogo Prince Kennedy.
Hubo mucho confeti durante todo el recorrido que partió, como manda la tradición, de la Escuela de Minas. Uno de los que más disfrutó con él fue Alonso García, que esperó pacientemente desde el cruce con la calle Toreno a que apareciese Baltasar. «Es mi rey mago favorito; también es el de mi madre», explicó. En este año, confesó, ha sido «muy bueno» sacando unas muy buenas notas. Un esfuerzo que espera que tuviese su recompensa con la camiseta del Betis; la del Real Oviedo, añadió, ya la tiene. Es socio y la próxima semana no se perderá el derbi. Unos metros más allá, Pepe Bascones quería ver a Melchor al que en su carta pidió un juguete de los «Superthings». «Molan mazo», añadió desde la primera fila de la barrera de la calle Uría y donde lo pasó en grande con unos amigos que hizo. «Este año he sido muy bueno y en el cole también».
Casi sin pestañear, Guillermo Casero vio pasar a la comitiva y señaló sentirse «muy nervioso» ante uno de los días más especiales del año. «La cabalgata me está gustando» y uno de sus momentos más emocionantes, con el permiso de Melchor, fue cuando pasaron los animales. «Había ovejas, asturcones y una vaca», contabilizó ante la atenta mirada de su madre, Teresa Vázquez.
Aliatar y villancicos
La música fue otra de las protagonistas del anochecer. La comitiva la abrió la Real Banda de Gaitas «Ciudad de Oviedo» con su interpretación de villancicos. La batuta de David Colado dirigió la interpretación del villancico «Adestes fideles», que sonó en la plaza de la Catedral ante la adoración del niño que hicieron los Reyes Magos. Allí, depositaron a los pies del misterio los cofres con el oro, el incienso y la mirra y saludaron a los concejales presentes. Hubo representación de todos los grupos –faltaron de PSOE e IU– y Canteli compartió unas palabras con ellos. «Me dijeron que sabían lo que me iban a traer y que había sido muy bueno». Además, dijo que durante toda la tarde hubo «un ambiente precioso».
Otro de los grandes ovacionados de la tarde fue Aliatar, que durante dos jornadas recibió las cartas con las peticiones de los más pequeños de la casa en el hall del teatro Campoamor y el desfile no fue ajeno a los problemas que se viven en el mundo. El primer gran grupo provenía de Damasco, la capital de Siria y que han visto cómo hace un mes caída el régimen de El Asad tras trece años de guerra.
No obstante, el de ayer era un día para olvidar los problemas y que brotasen la ilusión y la alegría. Así lo hizo el público, que vio cómo la capital asturiana cumplía un año más con un tradición iniciada hace justo noventa años y que ha sufrido interrupciones por culpa de problemas como la pandemia. Además de histórica, la cabalgata ovetense es única. Cuenta con un vestuario clásico con más de seis décadas de antigüedad y hubo 38 pasos.
El recorrido tuvo cambios respecto a otras ediciones. Las obras de peatonalización del eje de Mendizábal-Pozos impidió que la comitiva fuese por Fruela; desde la plaza de la Escandalera giraron a la izquierda para subir la calle San Francisco y continuar por la plaza de Porlier y Eusebio González Abascal. La única parada que hicieron fue en la plaza de la Catedral para cumplir con la adoración del Niño Jesús. Sus Majestades fueron recibidos por el Alcalde, Alfredo Canteli, acompañado del deán, Benito Gallego, y se colocaron en el reclinatorio para rezar frente al misterio ubicado a la altura de la fuente. Después, volvieron a sus tronos para iniciar el camino de vuelta siguiendo el paso marcado por la música de los nueve grupos musicales. Cerró la comitiva la Banda de Música «Ciudad de Oviedo» con su director, David Colado, al frente. n