En el café de Levante, entre palma y alegría
Cantaba la Zarzamora
Se lo pusieron de mote porque dicen que tenía
Los ojos como las moras
[…]
¿Qué tiene la Zarzamora, que a todas horas
Llora que llora por los rincones?
Ella, que siempre reía
Y presumía de qué partía los corazones
Para mis abuelos, la zarzamora, es aquella famosa copla de los años cincuenta interpretada por Lola Flores. En este artículo pretendo ampliar esta idea para colocar en su imaginario, además de a una mítica folclórica cantando sobre esa mujer rota dispuesta a romper corazones por doquier, a la planta silvestre encargada de endulzarnos cada año el ocaso del verano.
La Zarzamora (Rubus ulmifolius) es un arbusto repleto de espinas, decorado con solitarias flores rosadas o blanquecinas. Presenta hojas caducas de margen ligeramente aserrado, y muchos de vosotros la ubicaréis por sus carnosos frutos, las aclamadas moras: polidrupas arracimadas de coloración rojiza (o morada oscura si se encuentran en su último estadío de maduración). Morfológicamente es extremadamente variable. Tiene una gran facilidad para generar híbridos dudosamente estables, lo que complica mucho su identificación a nivel de subespecie. Si anhelamos buscarla, podemos encontrarla en encinares, pinares, carrascales, al margen de caminos, o al borde de ríos, arroyos, y barrancos.
Profundicemos un poquito en la etimología de Rubus ulmifolius. Como siempre, los nombres científicos nos aportan una gran cantidad de información sobre la especie que bautizan. Aprovecho en este momento para hacer una ligera aclaración relativa a los nombres científicos. La nomenclatura binomial es el nombre formal que utiliza la comunidad científica para identificar de manera única a las especies de organismos vivos. Se compone de dos unidades: género y especie. Estas, deben ser expresadas en latín, o como mínimo presentar una raíz grecolatina. En este caso, el término Rubus sería el género (categoría taxonómica ubicada entre familia y especie). Esta palabra deriva del latín ruber, es decir, rojo. Podría estar haciendo una clara referencia al color del fruto inmaduro de la zarzamora. Ulmifolius sería la especie, nos proporciona una identificación única dentro del género Rubus. El epíteto ulmifolius reúne el término que da nombre al género del olmo (Ulmus) con la unidad léxica folius (hoja en latín), lo que señala el enorme parecido existente entre la hoja del olmo y la de la zarzamora.
Volviendo a nuestro querido arbusto espinoso, todos hemos comido alguna vez sus frutos perfectos que recuerdan a los últimos días de verano, a los baños en el tímido arroyo del pueblo, a los septiembres…las moras sin duda reflejan cada año el atisbo de un nuevo comienzo esperanzador ¡qué importantes son para iniciar el curso académico con buen pie! ¿deberíamos quizás celebrar la entrada del otoño comiendo doce moras?
Los usos de la zarzamora
Ya sabemos que el fruto de la zarzamora se come, pero ¿imagináis para qué más hemos podido utilizarla a lo largo de nuestra historia?
Aunque parezca mentira, los tallos de la zarzamora también nos los hemos comido. Hace un par de años, en una de las entrevistas de campo que realicé en Tierra de Alba y Aliste para mi trabajo etnobotánico, un hombre afirmó que las ramas espinosas de la zarza «se pelaban, se quitaba la cáscara, y se comían».
No es este el único uso que se le atribuye en Zamora, durante muchos años se ha empleado también para la confección del clásico «escriño». El escriño tiene distintas acepciones, en este caso, me refiero en concreto a la vasija utilizada tradicionalmente para conservar el chorizo. Con las ramas espinosas, se fabricaba esta especie de cesto leñoso encargado de guardar con celo los productos de la matanza.
En muchas zonas de España se ha aprovechado el dulzor de las moras para la preparación de licores, macerando los frutos en anís o aguardiente. En las zonas rurales, los brotes tiernos y las hojas de esta planta se han empleado habitualmente como forraje verde o seco para la alimentación del ganado.
Medicinalmente se le asocian, sobre todo, propiedades astringentes, hipotensoras, vulnerarias e hipoglucemiantes. Por ello, es común escuchar que ha sido utilizada como antidiarreica, como remedio para la hipertensión, para disminuir los niveles de azúcar en sangre, y para el alivio de forúnculos, verrugas, callos o heridas.
A la zarzamora se le ha otorgado también un uso combustible, ha sido ampliamente empleada para prender leña, candiles o cigarrillos. De manera menos extendida, encontramos en la literatura su uso como sustancia tintórea. El líquido resultante del cocimiento de las raíces tiñe de naranja, el de los brotes tiernos de negro, y el de los frutos, de morado o púrpura.
Os contaré un detalle que probablemente pocos imagináis… ¿sabíais que las hojas secas de la zarza se han llegado a utilizar como sustituto del tabaco en épocas de escasez? ¡cómo lo oís! ¿no es increíble la cantidad de usos y curiosidades que envuelven a la zarzamora?
Para finalizar, os regalo una de las curiosas coplillas que ponen de manifiesto la importancia de la zarzamora en la literatura oral popular:
«Los cabellos de esta dama
tendidos por los zarzales
para que sirvan de redes
a mozos y chavales».
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