El escritor y periodista Manuel Jabois se ha pronunciado, a través de una columna de opinión en el diario El País, sobre toda la polémica protagonizada por Lalachus con la estampita de la vaquilla del Grand Prix, enseñada durante las campanadas junto a David Broncano. Una imagen que ha levantado muchas ampollas, hasta el punto de que Abogados Cristianos ha denunciado a la cómica.

El periodista ha puesto el foco donde nadie lo ha hecho, después de que se judicialice la situación. «Lo más gracioso es, sin duda, la cantidad de gente que no sabía que tenía que ofenderse cuando Lalachus homenajeó durante las campanadas a la vaquilla del Grand Prix, símbolo, uno de tantos (Espinete, Chollo, Antichollo) de la televisión pública», ha empezado.

«Esos espectadores que, viendo en directo a la cómica sacando una estampita con la cara de la vaquilla, no repararon en que aquello les ofendía: desconocían que tenían que molestarse al punto de impugnar el año nuevo y no sólo eso, sino que lo mismo hasta sonrieron por el rescate sentimental de tan ilustre dibujo. Los indignados a los que tuvieron que avisar», ha continuado, recordando que el enfado fue «en diferido».

Así, el escritor ha señalado en primera instancia a los espectadores: «En todas esas personas que vieron con normalidad las campanadas y, unas horas después, empezaron a sentirse ofendidas como quien empieza a incubar un resfriado«, ha explicado. «No les culpo ¿Por qué habría de saber que aquella imagen, la vaquilla santificada, no era un simple gesto de amor a la vaquilla sino una imperdonable ofensa al Sagrado Corazón?», ha reflexionado.

Manuel Jabois ha reconocido que «les sacaron de su error emocional, que es el último grito de las sociedades vulnerables (siendo generosos) intelectualmente: que les digan no cómo tienen qué pensar, sino lo que tienen que sentir».

«Políticos, religiosos, activistas, tuiteros, cualquiera que pasase con ganas de darle a TVE, incluso opositores ruidosos a Mahoma. Aquello duró unas horas, pero qué horas«, ha recordado. «Aquel disparate empezó a frenar en seco porque, de forma inédita, el ridículo era insoportable incluso para las conciencias más nubladas», ha plasmado, antes de añadir que se sintió «como si España hubiese tocado techo».

«Y esa Lalachus, el día anterior poniendo la pegatina de la vaquilla para acordarse del Grand Prix durante las campanadas, sin saber que iba a poner en jaque 2.000 años de historia, que iban a rezar por la salvación de su alma y que el presidente de la Conferencia Episcopal que disculpó la cancioncilla pederasta de un alcalde porque ‘había bebido’, se iba a declarar triste y burlado por una cómica sobria que sólo quería acordarse de un concurso de la tele con una estampita», ha defendido, poniendo de manifiesto las intenciones reales de Lalachus: darle un noble recuerdo a un programa icónico de la televisión pública.

 

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