La Comisión Europea quiere que el 2025 sea el año del hidrógeno. Su presidenta, Ursula von der Leyen, ha fiado al primer elemento de la tabla periódica la cura de al menos tres males que adolecen al viejo continente: superar la ruptura con Rusia y el gas del que le proveía, fortalecer un sector industrial menguante que la pandemia dejó al descubierto y contaminar menos. Von der Leyen delineó un plan perfecto a base de hidrógeno renovable, el que se crea con electricidad generada a través de fuentes renovables, y se propuso crear 10 millones de toneladas de hidrógeno al año, a partir de 2030. Pero a cinco años de esa fecha, la Unión Europea (UE) sólo produce un 4% de esa cantidad.

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