La Comisión Europea quiere que el 2025 sea el año del hidrógeno. Su presidenta, Ursula von der Leyen, ha fiado al primer elemento de la tabla periódica la cura de al menos tres males que adolecen al viejo continente: superar la ruptura con Rusia y el gas del que le proveía, fortalecer un sector industrial menguante que la pandemia dejó al descubierto y contaminar menos. Von der Leyen delineó un plan perfecto a base de hidrógeno renovable, el que se crea con electricidad generada a través de fuentes renovables, y se propuso crear 10 millones de toneladas de hidrógeno al año, a partir de 2030. Pero a cinco años de esa fecha, la Unión Europea (UE) sólo produce un 4% de esa cantidad.
“Ha habido una sobreestimación del potencial del hidrógeno para reducir la dependencia energética de Rusia a corto plazo”, admite a EL PERIÓDICO Daniel Fraile, director de políticas públicas de Hydrogen Europe, la principal organización que representa a las empresas de hidrógeno en Europa, y añade: “pero, a largo plazo, está claro que el hidrógeno es un elemento clave para la descarbonización de Europa”.
A von der Leyen le llueven críticas. Además de la resistencia a la transición verde, incluso los que están a favor, señalan importantes grietas en el plan. La incredulidad crece entre la propia industria que, a su vez, es blanco de críticas por cómo los gigantes de la energía fósil, unos de los principales emisores, quieren liderar el cambio verde. Es el caso de algunas de las empresas a las que representa Hydrogen Europe en Bruselas, entre los que se cuentan Repsol, Cepsa o Shell.
“Los futuros consumidores de hidrógeno limpio son los actuales productores de hidrógeno convencional,” justifica Fraile y señala el siguiente dato: en la actualidad, Europa tiene un consumo de alrededor de 7,9 millones de toneladas de hidrógeno, de las cuales solo es hidrógeno ‘verde’ o ‘limpio’ unas 40.000 toneladas. Eso se traduce en que el 99,3% del hidrógeno consumido a día de hoy en Europa es producido a lo que llaman ‘estilo convencional’, es decir, no a partir de energías renovables sino, en su mayoría, de gas natural.
Banco de Hidrógeno
Ese largo plazo, fijado por el Pacto Verde Europeo, marca el 2050 como el año en el que la UE aspira a la neutralidad climática, a cero emisiones netas de gases de efecto invernadero. Pero la combinación de este objetivo con que Europa sea productora de hidrógeno, complica las ambiciones de von der Leyen.
“Me preocupa que no vayamos a desarrollar la capacidad de producir hidrógeno renovable de bajo coste lo suficientemente rápido como para descarbonizar la industria”, explica a EL PERIÓDICO Rainer Quitzow, del Instituto de Investigación para la Sostenibilidad Centro Helmholtz de Potsdam, en Alemania.
Para acelerar la financiación de proyectos de hidrógeno, la Comisión Europea puso en marcha en 2022 el Banco Europeo de Hidrógeno, que no se trata de una nueva institución sino de un instrumento de financiación. A partir de un sistema similar al de una subasta, se asignan los fondos a los proyectos más competitivos de producción de hidrógeno. Así, los estados miembros que más aportan a esos fondos no son necesariamente los que tienen más proyectos elegidos, si no son los que producen hidrógeno a coste más bajo.
Presión alemana
Sin embargo, este sistema transparente y solidario, ha sido puesto en cuestión por países como Alemania, que tiene el dinero y el interés en invertir en hidrógeno para satisfacer su demanda doméstica, pero cuyos proyectos no suelen salir elegidos por ser más caros que los de países nórdicos y la Península Ibérica, que tienen las condiciones geográficas y climáticas, así como las infraestructuras apropiadas.
En respuesta a esta presión, la Comisión aprobó una vía alternativa: “los países, en tanto que añadan fondos adicionales, pueden aprobar sus propios proyectos pasando por alto todas las restricciones geo-agnósticas”, explica a EL PERIÓDICO James Kneebone, del centro de investigación Bruegel, en Bruselas. “Básicamente, desvía el desarrollo del mercado de hidrógeno limpio hacia los países que tienen dinero para pagar”, añade. Esto preocupa al analista ya que mermará la industria europea, que el informe Draghi señalaba como prioritaria, mientras Estados Unidos, China, Japón o India se hacen más competitivos.
“Vamos a necesitar tanta electricidad renovable para descarbonizar nuestras economías que me preocupa cómo, a menudo, la tendencia es fijarse más en explorar nuevas oportunidades de negocio en lugar de en reducir realmente el consumo energético”, añade Quitzow, desde Alemania.
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