Una de las erupciones masivas más importantes de la historia en la Tierra ha permanecido envuelta en misterio, puesto que, a pesar de sus efectos climáticos sobre todo el globo, se ignoraba dónde se produjo exactamente. Los científicos llevaban casi 200 años tratando de averiguar su origen, y ahora este secreto ha podido ser desvelado por investigadores de la Universidad de Saint Andrews (Reino Unido).
En 1831, una erupción volcánica masiva arrojó gases sulfurosos a la atmósfera, reflejando la luz solar y causando un enfriamiento global de aproximadamente 1 °C. Este clima frío, bien documentado en todo el mundo, provocó pérdidas generalizadas de cosechas y hambrunas devastadoras.
Efectos devastadores y cientos de miles de muertes
En India, la disminución de las lluvias monzónicas derivó en cosechas fallidas, lo que provocó una hambruna en la región de Madras que mató a 150.000 personas entre 1832 y 1833. En Japón, las bajas temperaturas y los desastres agrícolas causaron una hambruna aún mayor, que se prolongó por varios años y dejó un saldo de al menos 300.000 muertos.
El compositor Felix Mendelssohn incluso escribió sobre el clima catastrófico durante su viaje de verano a través de los Alpes en 1831: «Tiempo desolador, ha llovido nuevamente toda la noche y toda la mañana, hace tanto frío como en invierno, ya hay nieve profunda en las colinas más cercanas…».
La erupción de 1831 es la «erupción misteriosa» más reciente de la Tierra. Si bien los científicos sabían que fue un evento importante que causó cambio climático y agitación social, la identidad del volcán responsable permaneció desconocida y fue objeto de intensos debates, hasta ahora.
Comparando cenizas
Una nueva investigación, dirigida por Will Hutchison de la Escuela de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la Universidad de St Andrews, y publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, explica que el equipo analizó las partículas conservadas del evento de 1831 en el hielo de Groenlandia y la Antártida y luego las comparó con las cenizas del propio volcán, identificando una «coincidencia perfecta de huellas dactilares».
«Solo en los últimos años hemos desarrollado la capacidad de extraer fragmentos microscópicos de ceniza de los núcleos de hielo polares y realizar análisis químicos detallados de ellos. Estos fragmentos son increíblemente diminutos, aproximadamente una décima parte del diámetro de un cabello humano», explicó Hutchison.
Él y su equipo pudieron fechar y hacer coincidir con precisión estos depósitos en áreas heladas con un volcán llamado Zavaritskii y situado en la remota isla deshabitada de Simushir, parte de las Islas Kuriles, un territorio en disputa entre Rusia y Japón. Actualmente controladas por Rusia, funcionan como un puesto militar estratégico. Durante la Guerra Fría, los soviéticos utilizaron Simushir como base secreta de submarinos nucleares, que fondeaban en un cráter volcánico inundado.
«Analizamos la química del hielo con una resolución temporal muy alta. Esto nos permitió determinar el momento preciso de la erupción en la primavera-verano de 1831 y confirmar que fue altamente explosiva, para luego extraer los diminutos fragmentos de ceniza. Encontrar la coincidencia [entre estos fragmentos y el volcán de origen] llevó mucho tiempo y requirió una amplia colaboración con colegas de Japón y Rusia, quienes nos enviaron muestras recolectadas de estos volcanes remotos hace décadas”, señaló el investigador.
«El momento en el que analizamos en el laboratorio las dos cenizas, una del volcán y otra del núcleo de hielo, fue un verdadero momento eureka. No podía creer que los números fueran idénticos. Después de esto, pasé mucho tiempo investigando la edad y el tamaño de la erupción en los registros de las Kuriles para convencerme realmente de que la coincidencia era real», añadió.
Efectos globales de un volcán remoto
Este trabajo destaca las Islas Kuriles como una región volcánica poco estudiada pero extremadamente productiva.
El volcán responsable de la erupción de 1831 estaba en un paraje muy remoto, pero tuvo un impacto global significativo en el clima y graves consecuencias para las poblaciones humanas. Identificar las fuentes de estas misteriosas erupciones es crucial, ya que permite a los científicos mapear y monitorizar las regiones de la Tierra con más probabilidades de producir eventos volcánicos que alteren el clima.
Hutchison agregó: «Hay tantos volcanes como este que demuestra lo difícil que será predecir cuándo o dónde podría ocurrir la próxima erupción de gran magnitud. Como científicos y como sociedad, debemos estudiar cómo coordinar una respuesta internacional cuando ocurra la próxima gran erupción, como la de 1831».
Estudio de referencia: https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2416699122
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