Se anunciaba en Burgos un ejercicio de buen gusto y lo que se presentó inicialmente fue un manual de buenos modales. Todo muy académico, como corresponde a dos equipos aseados y sin mancha, pero demasiado educados para lo que se jugaban en el partido. No era una cuestión de respetos o temores, sino de una actitud un tanto snob de entender el baloncesto. El descanso puso las cosas en su sitio. Como si se encendiera la luz, se encendió el partido. Todo a causa de un parcial de 8-0 protagonizado por Dani Díez y Corbalán.
Curiosamente, ese parcial vino tras un segundo cuarto en el que Odilo Cartagena tuteó al todopoderoso San Pablo Burgos, un conjunto con títulos internacionales en sus vitrinas. Sin embargo, pudo ser esa ‘falta de respeto’ lo que encendió al conjunto burgalés. Y entonces nació el Baloncesto. Durante diez minutos, Burgos fue reconocible: un torbellino en el campo y un tormento para la escuadra portuaria. Cuando cambió de marcha crujió al equipo blanquinegro, un conjunto inconsistente que digiere mal los distintos tiempos del partido, una característica que Gudmundsson y Almanzán manejan con maestría.
Quizá fue mérito del Burgos, que consiguió congelar al Odilo a base de triples, de parar el partido y defender con solvencia a pesar de los problemas sufridos durante el segundo periodo. Al descanso, el electrónico reflejaba un resultado de 52-47.
De haber seguido así, probablemente el equipo local hubiera sufrido más de lo esperado. Pero jugó su baloncesto, bellísimo, por cierto, y desatascó un partido más difícil de lo que refleja el resultado final. Despertó a la fiera que sesteaba complacida y se encontró con el reloj roto, el rival corriendo como un poseso y demasiados jugadores anotando desde todas las posiciones. Especialmente, Cuevas quien fue un quebradero de cabeza para los de Juste durante los cuarenta minutos del partido. Al final del tercer periodo, ya no había más partido (89-70). Únicamente, maquillar el resultado. Una misión bastante repetida en los partidos fuera del Palacio de los Deportes de Cartagena.
Los últimos minutos del encuentro transcurrieron por los mismos derroteros del cuarto anterior. Un San Pablo Burgos desatado, que las metía de todos los colores posibles, y un Odilo Cartagena que no sabía ni por donde se las metían. Aún así, se vieron algunos brotes verdes que pueden servir para partidos futuros.
Dos mitades, dos partidos, es decir un partido a medias que bien pudo haber acabado de otra manera, si el San Pablo Burgos hubiera sesteado en la segunda mitad. Sin embargo, el rumbo del encuentro no fue por ahí y el conjunto dirigido por Jordi Juste salió del Coliseum derrotado por una diferencia de 28 puntos (112-84).
No fue el partido que se esperaba porque prevaleció el dandismo más de lo necesario. Bien está que uno de los equipos revelación de la temporada se vista de luces y pasee el palmito por el campo. Pero lo justo, porque no es un equipo que se defina por la complacencia, sino por el trabajo. Cundo se acomoda, pierde. Cuando se tensiona, es un rival muy incómodo.
Ficha técnica
Silbö San Pablo Burgos: Gudmundsson (12), Cremo (8), Corbalán (20), Stumbris (8), Fischer (15) -cinco inicial- Cuevas (19), Bella (0), Díez (18), Barrera (0), Almazán (1), Lapornik (3), Goloman (8) y Wembi (0).
Odilo FC Cartagena CB: Cabrera (9), Gil (8), Rogers (0), González (9), Martín (9) -cinco inicial- Blat (4), Van Eyck (9), Hermanson (11), Smallwood (8), Garuba (0), Ugochukwu (0) y Jordá (17).
Marcador cada cuarto: 30-20, 52-45 (descanso); 89-70, 112-84 (final).
Árbitros: Hurtado Almansa, Diz Felipe y Franquesa Vázquez.
Cancha: Coliseum de Burgos.