Los gemelos de Yehia al Baltran ni siquiera llegaron a cumplir un mes de vida en Gaza. En vísperas de Año Nuevo se murieron literalmente de frío. A las 3 de la mañana, en una de las chabolas de mantas y plásticos donde tratan de sobrevivir junto al mar miles de los palestinos desplazados por la ofensiva israelí, se despertó al escuchar cómo su mujer trataba de reanimar a los niños. “Cogí al niño. Tenía la cara helada y blanca como la nieve. Estaba totalmente congelado”, le contó a la radio estadounidense NRP. Al Baltran consiguió llegar al hospital de los Mártires de Al Aqsa, en el centro de la Franja, pero era tarde. Jumma al Baltran murió de hipotermia a las tres semanas de vida. Días después lo hizo su hermano Ali, que no logró sobreponerse en la unidad de cuidados intensivos.
En Gaza más de 15.000 niños palestinos han sido sepultados por las bombas israelíes desde que comenzara hace 15 meses la respuesta de Israel a los ataques de Hamás en su territorio, según las autoridades sanitarias de las Franja. Otros han perecido por alguna de las afecciones que se han generalizado tras la destrucción sistemática del sistema sanitario. Varias decenas de niños han muerto también por malnutrición y deshidratación. Y últimamente se están muriendo también de frío, debido a las condiciones dantescas que Israel ha impuesto al grueso de la población desplazada (el 90% de los 2.3 millones de habitantes) y el agravamiento de meteorología. Las lluvias torrenciales de finales del año anegaron algunos campos de desplazados, acentuando el frío y la humedad nocturna, con temperaturas mínimas en torno a los 7 grados centígrados.
Siete bebés fallecidos por hipotermia
“La situación humanitaria de los desplazados es trágica”, ha dicho el portavoz de la municipalidad de Gaza, Hosni Muhanna, oficialmente todavía en manos de Hamás, por más que no queden edificios institucionales en pie en toda la Franja. “No tienen forma de calentarse, ni combustible, ni ropa o mantas. Tampoco soluciones permanentes para mejorar sus condiciones de vida”. De acuerdo con las agencias humanitarias, la mayor parte de los desplazados vive ahora en tiendas de campaña o chabolas improvisadas. El resto, entre las ruinas de los edificios que quedan en pie, sin un mínimo de condiciones que les protejan frente a los elementos. Otra más de sus preocupaciones porque las bombas siguen cayendo. En la última semana del año los ataques israelíes acabaron con 203 palestinos.
Con la muerte de los hermanos Al Baltrán, fallecidos antes de cumplir su primer mes de vida, son ya siete los bebés palestinos muertos por hipotermia. Tres de ellos murieron el 25 de diciembre, cuando parte del mundo celebraba en sus hogares la Navidad. “Ninguno de ellos tenía antecedentes de enfermedades crónicas. Simplemente sufrieron una bajada de la temperatura corporal por el frío”, ha explicado Mohammed Abu Tayyem, un pediatra afiliado a MSF del hospital Nasser, uno de los pocos que siguen operativos. El riesgo de hipotermia es particularmente acentuado entre los niños prematuros y los niños nacidos con bajo peso. Pero hay otras lacras derivadas de la fría penuria en la que viven dos millones de palestinos. “En los últimos meses estamos viendo un aumento de niños con infecciones respiratorias como bronquiolitis aguda, neumonía, infecciones de las vías respiratorias superiores e incluso asma bronquial”, señala Abu Tayyem.
Restricciones a la entrada de ayuda humanitaria
Muchas de esas muertes se consideran evitables. Naciones Unidas insiste en que Israel apenas permite la entrada de ayuda humanitaria en la Franja. Y cuando entra, su ditribución se complica por los crecientes saqueos, el principal argumento que Israel utiliza para explicar las penurias de los desplazados. El Gobierno de Netanyahu, para ser exactos, culpa a Hamás de robar la ayuda. Lo cierto es que en diciembre entraron 2.205 camiones en el enclave, de acuerdo con la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), una cifra a años luz de los 15.500 que entraban mensualmente de media antes de esta guerra. De ellos, solo 24 llevaban tiendas de campaña y ropa de abrigo para los más de 1.5 millones de desplazados.
Pero parece haber otro elemento más en la ecuación. Según el diario ‘Haaretz’, los militares israelíes están impidiendo a las familias expulsadas del norte de Gaza llevarse consigo ropa, mantas u otros enseres. “En los checkpoints de la carretera Saladino, los soldados revisan sus pertenencias y les obligan a dejar atrás buena parte de ellas”, escribió la semana pasada el rotativo israelí. El Ejército israelí lo niega tajantemente, pero vídeos grabados por sus soldados sugieren lo contrario, al mostrar pilas de ropa y mochilas junto a los ‘checkpoints’. En ese mismo norte de Gaza, que está siendo vaciado de su población y destruido completamente, Israel ha ordenado este viernes la “evacuación” del único hospital que queda operativo: el hospital Indonesio.
De momento el vaciamiento del norte se ha concentrado en las localidades de Jabalia, Beit Lahiya y Beit Hanun, pero varios sectores del gobierno presionan para que se extienda después a Ciudad de Gaza, donde quedarían unos 100.000 entre sus ruinas, según la prensa hebrea. Todo podría agravarse todavía más, sin embargo, si progresara la propuesta presentada esta semana al misnistro de Defensa, Israel Katz, por ocho miembros del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa del Parlamento israelí.
En esa propuesta piden al Ejército que destruya todas las fuentes de energía que quedan en Gaza; que destruya también todos los recursos de alimentos y agua para sustentar a la población, incluidos los almacenes o los pozos de agua que siguen intactos; y por último cerque y mate por control remoto a cualquiera que no levante una bandera blanca en señal de rendición. Los ocho diputados al frente de la propuesta son miembros de los partidos que forman la coalición gobernante, incluido el Likud de Netanyahu.