No hay crimen que se les resista. En apenas unos minutos, son capaces de resolver, oliendo con su trufa, los crímenes más complejos, en los escenarios más inhóspitos. Algunos ya son veteranos, como Koke, un springer spaniel, bautizado así por el centrocampista del Atleti, que es capaz de oler y encontrar una gota de gasoil escondida bajo el césped de un campo de fútbol. O como Scottex, un labrador de seis años que acaba de estar en los pueblos de Valencia afectados por la dana buscando a víctimas de la riada, y que ha sido clave en casos de desaparecidos, como el del joven Pablo Sierra, cuyo cadáver fue rescatado de las aguas del río Guadiana en Badajoz el 17 de diciembre de 2021.
Otros, como Lolo, un pastor belga malinois de dos años, acaban de llegar pero ya están pisando fuerte en la especialidad de localización de explosivos. Son los agentes de cuatro patas de la Unidad de Guías Caninos de la Policía Nacional.
El canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica ha pasado una mañana con un pequeño grupo de los 476 perros (muchos traídos de Eslovaquia) que componen la unidad y ha sido testigo de cómo sus guías los entrenan, cuidan y preparan para sus intervenciones. El resultado se puede ver en el vídeo que acompaña este reportaje.
Nueve especialidades
Cada uno de ellos es infalible en dos de las nueve modalidades que trabajan: Detección de Explosivos, Detección de Drogas, Defensa y Ataque, Rescate y Salvamento, Detección de Acelerantes del Fuego, Búsqueda y Localización de Restos Humanos, Detección de Billetes, Localización de Personas Ocultas y Localización de Armas de Fuego.
Son adiestrados a diario para alcanzar la excelencia. Entrenan en condiciones muy parecidas a las que luego encuentran en crímenes reales gracias a la colaboración de entidades como el Centro de Transfusiones de la Comunidad de Madrid y el Centro de Donación de Cuerpos de la Universidad Complutense, que cede a la Unidad de Guías Caninos cadáveres en distintas fases de descomposición, para que los perros sean capaces luego de lozalizar a las víctimas con independencia de cuánto tiempo lleven desaparecidas.
A medida que las ciencias forenses y los protocolos en el entrenamiento de los perros de la Policía han ido avanzando, su tasa de éxito/ acierto en las investigaciones en que participan ha ido creciendo y ronda ya el 96%.
La clave es el vínculo que el perro tiene con su binomio humano: «El guía es el apoyo principal para el perro, quien acota la zona de búsqueda y va orientando al animal durante su tarea en el campo de acción», explica el inspector Juan. «Cuando llegamos a un sitio que los perros no conocen, donde además hay personas desconocidas, lo que hace que los perros no se sientan intimidados y superen ese miedo o recelo es su guía, el animal está seguro de que este le va a apoyar en todo, su confianza en su guía es plena», añade.
La relación entre el perro y su guía llega a ser tan estrecha que muchos agentes deciden llevárselos a casa e integrarlos en sus familias. «El perro no solo es una herramienta de trabajo, para nosotros lo es todo, un compañero de trabajo, un miembro más de nuestra familia«, cuenta el guía de Scottex, el oficial Manuel Cortés.
«Cuando una persona desaparece, nos avisan de forma rápida y tratamos de incorporarnos a los dispositivos de búsqueda y trabajar de forma conjunta con los equipos de investigación», cuenta Cortés. Para Scottex, como para sus compañeros perrunos, todo forma parte de un juego: cuando el labrador encuentra restos humanos, marca (avisa) ladrando y su juguete favorito es el rodillo, una especie de almohadilla con dos asas que le gusta morder. El rodillo y compartir un rato de juego con su guía es su premio, su recompensa por su trabajo.
Un perro policía puede oler un cuerpo sin vida (o un resto pequeño de ese cuerpo) enterrado entre toneladas de basura, también sumergido en el agua y entre el lodo de un pantano. Incluso puede marcar con su hocico, situándose a una distancia de hasta cien metros respecto de su guía, el punto exacto en que un terrorista ha colocado explosivos bajo un coche o en una estación de tren o autobús.
Su único punto débil es el frío, las bajas temperaturas debilitan su sentido más desarrollado: su nariz es un millón de veces más potente que la del ser humano.
Tintas y billetes triturados
A sus diez años, la agente canina Mía fue la artífice del hallazgo de un millón y medio de euros, en fajos de billetes de 10, 20 y 50, que un narcotraficante gallego había ocultado bajo una parra en la casa de sus padres, en Ribadumia (Pontevedra). «Antes de introducir la especialidad de búsqueda de dinero en la unidad, se daba el caso de registros en domicilios de traficantes en los que encontrábamos la droga pero no el dinero que sabíamos que tenían escondido», recuerda el inspector Juan.
«Así se empezó a investigar si los perros serían capaces de detectar billetes. Se trabajó con la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Nos facilitaron tintas que solo llevan los billetes. También billetes triturados y, posteriormente, nos cedieron billetes que no son de curso legal pero tienen las mismas características. Con todo eso adiestramos a los perros», detalla el policía.
Incendios provocados
A Koke no hay un incendio que se le resista, participó en la investigación del fuego que redujo a cenizas la planta de Campofrío, en Burgos, en 2014, que tardó once días en extinguirse.
«Cuando hay indicios de que un fuego ha sido provocado y que el responsable ha usado gasolina, gasoil, alcohol, queroseno… o algún otro acelerante, acudimos nosotros», describe su guía, el agente Serrano, que lleva 31 años trabajando en la especialidad de Guías Caninos. En 2005 le tocó investigar el incendio que destruyó el edificio Windsor, en Madrid.
Gasolina evaporada
Para enseñar a Koke y a otros perros especializados en detectar acelerantes del fuego, sus guías los exponen a sustancias como la gasolina, en diferentes grados de evaporación, que vierten sobre distintas superficies, como madera, cemento, planchas de metal… así simulan los distintos escenarios en los que se puede producir un incendio y educan el olfato de los perros para que puedan identificar cuándo ha sido intencionado.
Al contrario de lo que ocurre con sustancias ilegales como la cocaína o el hachís, la gasolina es legal, por lo que los policías adiestran a los perros para que distingan cuándo buscar y cuándo no están trabajando. «Si yo voy a mi garaje a buscar mi coche, no quiero que el perro marque por todos lados si huele a gasoil. Por eso, Koke solo busca cuando yo le enseño su pelota, es su señal. Al ver el juguete, Koke sabe que tiene que trabajar y marcar con su nariz si encuentra algo para conseguir su premio», cuenta su guía mientras él y su compañero de cuatro patas hacen una demostración para este medio.
Koke solo tarda unos segundos en encontrar una gota de gasoil que el agente Serrano ha depositado en una piedra, con ayuda de una jeringuilla, y la ha enterrado en una gran explanada. El perro salta y celebra su éxito, muy contento, cuando su guía lo felicita y le tira su pelota: «Muy bien, Koke, eso es, buen trabajo».