«Cuanto más viejo te haces, más difícil es ver las cosas de un modo divertido; quedas atrapado por los tópicos de la edad como la decadencia física y mental», reconocía hace un par de décadas, veinte años de nada, David Lodge (Londres, 1935), eminencia de la literatura británica y atildado maestro del humor inglés que combinó durante casi toda su vida la rigurosa seriedad de la academia y el fenomenal jaleo de la sátira desopilante. 

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