El primer encuentro ha sido raro, no preparado. Cuando Ahmed al Sharaa —el líder interino sirio, antes conocido por su nombre de guerra, Abu Mohamed al Jolani— se ha acercado en el palacio presidencial a sus dos invitados, el ministro de Exteriores francés, Jean Noël Barrot, y su homóloga alemana, Annalena Baerbock, el líder sirio y los dos europeos no sabían qué hacer.

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