El sector ferroviario español, liderado por Renfe y Adif, ha iniciado el año 2025 arrastrando una larga lista de problemas acumulados durante 2024. Las incidencias no cesan, y la confianza de los usuarios en un transporte clave para la movilidad nacional está en mínimos históricos. Las averías masivas, los retrasos continuos y una gestión percibida como ineficiente han transformado un servicio que era referencia internacional en puntualidad y modernidad en un símbolo de frustración para miles de viajeros.
Apenas comenzado el nuevo año, el 1 de enero, una avería informática paralizó por completo las operaciones de los trenes Talgo Avril, afectando a más de 14.000 pasajeros en conexiones de alta velocidad (AVE) y bajo coste (Avlo) de Madrid con Galicia, Asturias, Castilla y León, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana y Murcia. Aunque Renfe logró restablecer el servicio este 2 de enero, una nueva incidencia en los sistemas de señalización en el corredor Madrid-Barcelona volvió a afectar la movilidad de miles de usuarios.
Estas interrupciones reflejan una situación que se ha convertido en norma, no en excepción. El 2024 estuvo plagado de problemas técnicos, retrasos acumulados y escándalos asociados a la puesta en marcha de los trenes Talgo Avril. Este cúmulo de incidencias ha generado un descontento creciente entre los usuarios, quienes no solo reclaman mayor eficiencia, sino también transparencia y una mejor atención al cliente.
El 2024, que comenzó con la entrada en operación de los trenes Talgo Avril en mayo, fue un año crítico para el sector ferroviario español. La liberalización del mercado, las obras en estaciones estratégicas como Chamartín y Atocha, y los fallos recurrentes de los nuevos trenes crearon una tormenta perfecta que afectó tanto a los servicios de alta velocidad como a los trenes regionales y de Cercanías.
El Talgo Avril: de solución prometedora a foco de problemas
Adjudicados en 2016 y entregados con más de tres años de retraso, los trenes Avril, o S106, se presentaron como una revolución tecnológica. Diseñados para alcanzar los 330 km/h, operar en vías de diferentes anchos y ofrecer una eficiencia energética sin precedentes, estos trenes prometían conectar Madrid con Galicia y Asturias con tiempos récord. Sin embargo, desde su puesta en marcha, se han convertido en el epicentro de las críticas.
El modelo ha registrado cientos de incidencias técnicas, desde fallos en el sistema de tracción y problemas de estabilidad en los ejes, hasta averías en sistemas de climatización y megafonía. Según Renfe, menos del 50% de los trayectos realizados por los Avril en su primera semana de operación fueron puntuales, una cifra que cayó al 40% en agosto, en plena temporada alta.
Los episodios más graves incluyen retrasos masivos, trenes parados sin electricidad durante horas y cortes de servicio en momentos críticos, como las vacaciones de verano. En agosto, por ejemplo, un tren quedó atrapado en un túnel de Chamartín con más de 300 pasajeros sin luz ni aire acondicionado, lo que llevó a algunos viajeros a romper las ventanas para aliviar el calor.
Estas fallas han generado enfrentamientos entre Renfe y Talgo, con la primera reclamando indemnizaciones por valor de 166 millones de euros. La tensión ha escalado hasta el punto de amenazar la reputación internacional del fabricante español.
Un problema sistémico: Cercanías y obras inacabadas
El caos no se limita a la alta velocidad. Las líneas de Cercanías, que mueven millones de pasajeros cada día, han sido escenario de incidencias constantes. En Madrid, la puntualidad de estos trenes es ya la excepción, no la norma, con retrasos de hasta 25 minutos diarios en líneas clave como la C4. El túnel entre Chamartín y Atocha, un punto neurálgico de la red ferroviaria, ha sufrido descarrilamientos y averías frecuentes, provocando colapsos en el tráfico ferroviario.
Las obras en Chamartín y Atocha, necesarias para ampliar la capacidad de ambas estaciones, han agravado los problemas. La saturación de las vías, combinada con la entrada de nuevos operadores como Ouigo e iryo, ha creado cuellos de botella que cualquier incidencia convierte en un caos generalizado.
Impacto en los viajeros y la imagen pública
El deterioro del servicio ha golpeado duramente a los usuarios, quienes se sienten abandonados en momentos críticos. La falta de información clara durante las incidencias es una de las principales quejas. Casos como el del pasado 1 de enero, cuando miles de pasajeros quedaron varados sin saber si podrían llegar a su destino, se han vuelto comunes.
El impacto económico y reputacional para Renfe y Adif también es significativo. Las compensaciones a los usuarios, combinadas con las indemnizaciones reclamadas a Talgo y los costes de reparación de infraestructuras, suponen un lastre financiero considerable.
El inicio accidentado de 2025 deja claro que el sector ferroviario español necesita un cambio profundo. Entre los retos más urgentes destacan:
- Modernización de infraestructuras
- Solución a los problemas del Talgo Avril
- Revisión de la gestión operativa
- Garantía de puntualidad en Cercanías