Ha sido una de las cuestiones del cierre de año económico. Hace unas semanas, Alberto Núñez Feijoo, líder del PP, advirtió en un congreso organizado por la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos de que la deuda pública en España está subiendo: «La actual política fiscal no ha servido ni para cuadrar las cuentas ni para proteger a los más vulnerables ni para preservar la salud de las rentas medias y bajas. […] Es un error seguir hipotecando las generaciones futuras. No podemos vivir a costa de nuestros hijos y de nuestros nietos. En los últimos cinco años, la deuda pública ha subido más de 430.000 millones de euros. Esto supone 200 millones de euros más de deuda pública cada día durante los últimos cinco años».
Pasados apenas unos días, Patxi López, portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, salió a responder a Feijoo: «Dice [Núñez Feijoo] que la deuda pública está creciendo. Mentira. El Banco de España ha confirmado este mismo viernes que la ratio de deuda cierra este trimestre un punto por debajo del trimestre anterior».
¿Quién de los dos tenía razón? ¿La deuda sube, se mantiene o baja? ¿Es posible que, como sucedía con el famoso gato de Schrödinger, suba y baje a la vez? Más o menos, esto es justo lo que ocurre, porque tanto López como Feijoo decían la verdad.
El truco está en que hablaban de cosas distintas. Mientras que el líder del PP aludía a la deuda en términos absolutos, el portavoz socialista hablaba de deuda pública con arreglo al PIB, que este año ha crecido un 0,8% en el tercer trimestre con respecto al segundo, lo que representa un 3,3% más que el mismo periodo del año anterior, según los últimos datos del INE.
En términos relativos, si la deuda crece algo menos de lo que crece la economía, es posible que el déficit con arreglo al PIB baje, aunque la deuda pública no deje nunca de subir en términos nominales. De hecho, es lo que ha sucedido. En el tercer trimestre, el ratio de deuda de las administraciones públicas con respecto al PIB se sitúa en el 104,4%, lo que representa un descenso de 0,9% con respecto al trimestre anterior.
En términos absolutos, según cifras del Banco de España para el cierre del tercer trimestre, la deuda de las Administraciones Públicas, tal y como recoge el Protocolo de Déficit Excesivo, ascendió a 1,64 billones de euros, lo que supone un incremento interanual del 3,7%. He ahí el milagro: la deuda que sube y baja a la vez.
Un crecimiento disfrazado de gasto
La deuda pública sube minuto a minuto, con lo que ya realmente no resulta novedoso decir que marca un récord histórico: siempre lo está haciendo. Esta es una de las razones por las que, al hablar de deuda pública, muchos expertos suelen preferir hablar de ratio con respecto al PIB que hablar de ella en términos absolutos. Otros motivos, explican por ejemplo desde la firma de análisis financiero Funcas, tienen que ver con que la deuda de los países no es como la deuda de los hogares. Para empezar, los países pueden hacer algo que las personas no: recaudar impuestos. Y para continuar, porque la vida de los Estados es mucho más larga que la de las personas. Esto les da mucho más margen para cumplir.
Por ahora, Europa también prefiere tomar en consideración el ratio entre deuda y PIB. Esto ha dado a España margen para gastar más siempre y cuando la economía siga creciendo. En concreto, en otoño el Gobierno remitió un plan de equilibrio fiscal que fue aprobado por Bruselas y que contempla un aumento del techo de gasto superior al 3% para los próximos años siempre y cuando el ratio entre la deuda y el PIB baje del 100% en 2027. Por ahora, en Europa se conforman con que, al cabo de los próximos tres años, España deba cada uno de los euros que genera.
No obstante, ¿qué ocurriría si el crecimiento del PIB se ralentizara? Habría que repensar muchas cosas. De hecho, es un escenario contemplado por ejemplo por el Banco de España. En su último informe de previsiones macroeconómicas, el organismo recuerda que en el crecimiento de cerca del 3,5% del PIB para 2023 tuvo un peso de cerca del 1% el consumo público, es decir, el gasto ejercido por el Estado, y de otro 1% la demanda exterior neta, que alude a la diferencia entre las exportaciones y las importaciones.
Pero no todos los días es fiesta. Es posible que en los próximos años España, un país que ha sido tradicionalmente importador, pierda el impulso de la deuda externa. De manera parecida, el consumo público, que el Banco de España define como vigoroso durante los años 2023 y 2024, podría perder fuerza también debido entre otras cosas a los compromisos adquiridos. En un escenario así, el propio Banco de España estima para 2027 un crecimiento del PIB de apenas algo más de un 1,5% anual. Menos crecimiento y menos margen todavía para gastar, justo lo contrario de lo que ocurre ahora.
Dado que por ahora el plan es seguir invirtiendo en gasto público, todo queda pendiente de que la economía española mantenga el ritmo. En el Ejecutivo lo ven claro. Hace algo más de una semana, el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, subrayaba el sobresaliente comportamiento de la economía en un contexto difícil. Le respondió el pasado viernes Núñez Feijoo: «Nadie entiende el triunfalismo del Gobierno. Los españoles hemos pagado más que nunca y debemos más que nunca, y el crecimiento de la economía se basa en el gasto público, de casi el 20%». Por ahora, los dos vuelven a tener razón. Quién de los dos la tenga al final depende de que el PIB lo siga aguantando todo.