Me van a perdonar que caiga en el tópico, pero en días como estos una no puede evitar caer en él. Sobre todo, si se trata de un tópico que tan buenos recuerdos nos trae como el de los Reyes Magos. Y no solo eso. La niña que llevo dentro aún confía en que los Magos de Oriente le hagan caso. Seguro que no soy la única. Así que voy a escribir mi particular carta a los Reyes.

Quizás lo que voy a decir suene como lo que dicen las participantes de los concursos de belleza cuando los preguntan. Pero a ver quién no pide cosas como la paz en el mundo, que se acabe el hambre y la felicidad eterna, aunque no estemos en una pasarela luciendo en bikini un cuerpo escultural. No obstante, intentaré concretar. A ver si los Reyes me escuchan.

Eso sí, lo de la paz no lo puedo pasar por alto. Mientras siga sucediendo lo que sucede en Gaza, en Ucrania, y hasta en medio centenar de lugares más de los que ni siquiera se habla, hay que pedir que se acaben las guerras. Y pedírselo, además, a quienes tienen posibilidad de hacer algo para evitarlo. O de no hacer, que también es importante, que si no se vendieran tantas armas otro gallo nos cantara. Ya se sabe, a Dios rogando y con el mazo dando.

Pero, si de alguien no me puedo olvidar, es de todas las mujeres que sufren un infierno por el hecho de serlo. En nuestra parte del mundo, la violencia de género, las agresiones sexuales y la discriminación de cualquier tipo destroza muchas vidas. Y allende nuestras fronteras, hay mujeres que ni siquiera tienen vida que destrozar. Recordemos lo que le ocurrió a una joven iraní por el terrible pecado de no llevar bien puesto el velo, y lo que sigue ocurriendo en sus calles y en sus cárceles. Hace nada, me he enterado de que las mujeres afganas ni siquiera pueden tener ventanas a las que asomarse, una prohibición que se une a las de cantar, reír, hablar, desplazarse un sitio a otro o, simplemente, vivir. Así que lo que voy a pedir no es otra cosa que unas gafas de ver. Unas gafas que permitan a todo el mundo ver lo que allí ocurre e impidan mirar hacia otro lado. Y actuar en consecuencia, claro.

Tampoco olvido a todas esas personas que siguen siendo víctimas de odio. A las personas migrantes que, tras haberse jugado la vida para llegar a nuestro país, tras haber visto a tantos otros en el trayecto, se encuentran que en la supuesta tierra prometida les desprecian y les culpabilizan de cualquier cosa. A las personas cuya orientación sexual es un delito en sus países de origen y siguen viéndose discriminadas. Y a quienes el mero hecho de ser distinto o pensar distinto les cuesta la vida cada día. Pido a los Reyes tolerancia, pero de la de verdad, de la que convierte en actos y no se conforma con palabras bonitas

Queridos Reyes Magos, sé que no soy original, pero a ver si este año cae algo de todo eso. De carbón estamos más que bien servidos.

SUSANA GISBERT

Fiscal y escritora @gisb_sus)

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