Todos los futuros son inciertos. Proyectarse en ellos no sirve de nada. Hay que valorarlos desde el ahora, desde el instante exacto en el que estás, verlos como puntos de fuga, como alivios de una historia que casi nunca se escribe como a uno le gustaría, siempre se tuerce algún renglón. La del Hércules, más de cien años después, continúa siendo la del insatisfecho que busca, la del que persigue un anhelo, esa del que rara vez está donde desearía, donde juraría que le corresponde. Y eso es bueno, es un motor útil que permite avanzar. Alcanzar el fútbol profesional es la meta, pero para cruzarla esta misma temporada va a hacer falta bastante más que propósitos de Año Nuevo. Requerirá cambiar algunos malos hábitos, recuperar nombres propios, sumarle otros de fuera y, en lo estrictamente deportivo, mejorar varios aspectos.

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