¿Cuáles son las nuevas formas de violencia contra la mujer?
Aunque la raíz sigue siendo la misma, el machismo, la violencia contra las mujeres se va materializando de formas distintas. Un ejemplo claro es la violencia vicaria, aquella que ejercen los agresores sobre los hijas e hijos de las víctimas, en gran parte de los casos también sus hijas e hijos, con la finalidad de hacerles daño directamente a ellas. Otra de las manifestaciones de esta violencia va de la mano de las tecnologías, los espacios digitales o los teléfonos móviles son nuevos instrumentos para ejercerla. En la adolescencia y la juventud tienen mayor incidencia porque el Smartphone es la herramienta que tiene el agresor para seguir ejerciendo violencia cuando no hay presencialidad, por ejemplo, a través del control, de la manipulación, del chantaje, entre otras. También los espacios digitales facilitan a los agresores ejercer formas de violencia, especialmente sexual, hablamos de sextorsión, grooming o sexpreading, pero también de cómo la inteligencia artificial (IA) es utilizada para estos fines mediante lo que se conoce como Deep nudes o desnudos realizados con IA. En definitiva, lo digital no está fuera de la sociedad en la que vivimos y, por tanto, son espacios que usan los agresores para seguir ejerciendo violencia contra niñas, adolescentes y mujeres.
¿Se habla de la violencia económica, es un fenómeno que va a más?
La violencia económica sigue estando muy invisibilizada, sobre todo cuando seguimos pensando que únicamente la sufren las mujeres que no tienen salarios propios. Las investigaciones que hemos realizado apuntan que incluso muchas de las que tienen un empleo no son dueñas de su dinero, no pueden gestionarlo sin autorización del agresor. En los casos donde las mujeres dependen económicamente del agresor, esta violencia es más acuciante porque dificulta en las víctimas la ruptura y ellos lo saben. Además, esta violencia económica también la estamos detectando en las más jóvenes que en algunos casos se ven obligadas a entregarles sus “pagas o ahorros” a sus parejas agresoras como muestra de amor.
¿Qué pasa con los jóvenes?
Los datos que tenemos señalan que la violencia contra las mujeres no es cosa de una época histórica ni de un momento pasado. Este año, una chica de quince años era asesinada por su expareja de diecisiete y no ha sido el único asesinato a chicas menores en estos veinte años. Además, el número de denuncias por violencia en el entorno de la pareja o expareja, por violencia sexual o por ciberdelitos sexuales, también tienen una clara presencia de niñas, adolescentes y jóvenes. Este aumento de denuncias puede deberse a dos posibles hipótesis, por una parte, un aumento de casos en estas edades y, por otra, un aumento de denuncias debido a las campañas de sensibilización y la normativa existente. Desde mi punto de vista, ambas hipótesis explican este aumento. En relación con la primera, el aumento de violencia contra las mujeres en la juventud, no podemos olvidar que los discursos negacionistas tienen un impacto directo. Poner en duda la violencia, cuestionar a las víctimas y justificar a los agresores, también explica el repunte del machismo y de sus violencias. No es casual que quienes trabajamos en el campo de la prevención, estemos observando un repunte de posicionamientos negacionistas en las edades más jóvenes, que no se dirige únicamente a la juventud, sino que podemos ver también en el resto de los grupos de edad. Poner el foco solo en la juventud es un error, la juventud es muy diversa y hay quienes tienen una postura clara por la igualdad y contra el machismo y sus violencias. Es importante no olvidar que el negacionismo no lo protagoniza una generación concreta, ni un sector de la población, lo vemos en todos los ámbitos y edades.
La Ley cumple 20 años. ¿En qué hemos avanzado?
Hemos avanzado mucho, empezando por la disminución de mujeres asesinadas, en 2003 fueron 71 mujeres asesinadas y en 2024, a falta de dos días, 46. Aunque sabemos que un solo asesinato, una sola denuncia o un relato por parte de las víctimas, nos obliga a tomar medidas como sociedad y como instituciones públicas. En materia de violencia contra las mujeres no podemos conformarnos con los avances cuando las cifras son preocupantes. Si bien ha disminuido el número de asesinatos, el número de denuncias no ha dejado de aumentar en estos veinte años, quienes agreden sienten que pese a las leyes y al rechazo social, siguen teniendo el poder de un sistema patriarcal que los legitima. En este sentido, no podemos olvidar que la violencia contra las mujeres es un problema estructural, no puntual ni centrado únicamente en las mujeres asesinadas ni en las que denuncian. La prevalencia de esta violencia sigue siendo muy alta porque sigue impregnando la cultura y esto es algo que debemos tener presente cuando hablamos de violencia machista.
¿Qué falta por lograr?
En materia de atención a las víctimas hay que mejorar la protección no solo para las que denuncian, sino para todas las mujeres que la sufren. Es importante que las mujeres sientan que están protegidas, que son creídas, que son escuchadas y que sus hijas e hijos también. Para avanzar en esta materia, el sistema de protección (VIOGEN) debe revisarse atendiendo a la coordinación interinstitucional y especialmente a la valoración del riesgo. Con una sola mujer que haya sido asesinada tras interponer una denuncia, es suficiente para que se revisen las posibles grietas del sistema. Si nos centramos en el ámbito de la prevención, el trabajo es más complejo porque se trata de modificar estructuras de poder que siguen estando muy arraigadas en nuestra sociedad y que en los últimos años están resurgiendo. Como hemos comentado, los discursos negacionistas tienen una gran responsabilidad en la reacción patriarcal que estamos sufriendo en lo presencial y en lo digital. Poner en duda la violencia machista da carta de legitimidad a quienes la ejercen.
¿Cuál es el modo de bajar el número de víctimas?
Hay que poner todo el foco en las causas de la violencia contra las mujeres para desactivarlas. En esto podemos hacer un paralelismo con una enfermedad, si nos diagnostican los niveles de colesterol alto, seguramente tendremos que tomar medicación frente al problema, pero también modificar las causas que lo provocan. Con la violencia contra las mujeres no podemos únicamente proteger a las víctimas y acabar con la impunidad de los agresores, debemos modificar las causas que provocan esta violencia para que el problema deje de existir. Aquí hay que hacer hincapié en la prevención, en la educación en y para la igualdad, en establecer un modelo coeducativo en las escuelas desde la infancia hasta la educación postobligatoria y universitaria, como Coeducastur en el Principado de Asturias. Por otra parte, hay que enfocar el trabajo de prevención en los hombres en los modelos de masculinidad, en promover procesos de socialización que se basen en la igualdad. Con todo, la educación no es el único ámbito para establecer la prevención de esta violencia, la familia, los medios de comunicación, las plataformas digitales, entre otras, tenemos una enorme responsabilidad.
¿Llegaremos a ver un mundo sin violencia contra la mujer?
Como hemos venido comentando, no debemos olvidar que el problema de la violencia contra las mujeres es cultural, y la cultura patriarcal y androcéntrica sigue estando muy presente en nuestra sociedad, aunque la cultura cambia si ponemos todos los medios posibles. Lo primero es contar con un marco legislativo que persiga el delito, proteja a las víctimas y proponga medidas de prevención a medio-largo plazo. En este sentido, la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género cumple 20 años y habría que actualizarla en función de los convenios europeos, especialmente el Convenio de Estambul. Unido al marco legislativo y normativo, la clave para vivir en una sociedad libre de violencia contra las mujeres pasa por establecer medidas de prevención en todos los ámbitos: salud, educación, servicios sociales, urbanismo, cultura, vivienda, empleo… no hay ninguno que quede fuera. Sabemos que este camino es difícil pero no imposible, la formación, la investigación y la evaluación de políticas públicas en materia de prevención es clave en todos estos ámbitos. El Pacto de Estado contra la Violencia de Género es el marco de referencia desde el que debemos avanzar en este reto. No podemos olvidar que vivir en democracia es vivir en igualdad, por tanto, no habrá democracia real sin que las mujeres vivan libres de machismo y violencias.
undefined
undefined
undefined
undefined
undefined
undefined