Arya dice que ha vivido oculta tras una máscara, últimamente en el sentido literal. Llega al encuentro con una mascarilla quirúrgica negra que utiliza para refugiarse de las miradas fisgonas –»parezco famosa, me mira todo el mundo»– y solo en confianza deja ver su cara. Es de alegría, porque acaba de ser nombrada coordinadora del grupo trans en Lambda. Y de cansancio tras su enésima jornada maratoniana al volante de un Cabify. Lo cuenta con el timbre agudo trabajado en el logopeda para ocasiones como esta, una larga conversación sin líneas rojas. «Solo hay dos cosas que una dama no puede permitirse: llegar a la hora y decir su edad», bromea. 

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