El primer largometraje de ficción de la cineasta Payal Kapadia, ‘La luz que imaginamos’, lleva meses haciendo historia. El pasado mes de mayo se convirtió en la primera película procedente de India en las últimas tres décadas que participaba en el concurso del Festival de Cannes, donde acabó ganando el Gran Premio del Jurado; hacía 70 años que una producción de ese país no obtenía semejante galardón. Actualmente está nominada a sendos Globos de Oro en las categorías de mejor dirección y mejor película en lengua no inglesa, y hace unas semanas fue elegida como la mejor película de 2024 por numerosas publicaciones, entre ellas ‘The New York Times’ y ‘Sight & Sound’. Para que conste, es merecedora de todos y cada uno de esos honores. Y a pesar de todo ello, sin embargo, la autoridad competente no la consideró digna de representar a su país en la competición por el Oscar a la mejor película internacional; prefirieron que ese privilegio fuera a parar a ‘Laapataa Ladies’, un largometraje que apenas viajó por el mundo en 2024 y que por tanto, teniendo en cuenta cómo funciona el proceso de selección de candidaturas a esa estatuilla, nunca tuvo verdaderas opciones de aspirar a ella; ya se ha caído de la lista de títulos nominables para el galardón.
“Es algo muy habitual en mi país: si protestas en público, lo más probable es que te metas en problemas”, nos dijo Kapadia a finales de septiembre, solo unos días días antes de conocer que su película no iba a ser la abanderada oficial de India en Hollywood. Contextualicemos sus palabras: la directora fue una de las 35 personas detenidas en 2015 por manifestarse contra los intentos de Narendra Modi, primer ministro de su país, de tomar el control político del Instituto de Cine y Televisión de India (FTII), y en 2021 dirigió el magnífico documental ‘Una noche sin saber nada’, esencialmente una crónica de aquellas protestas. Es evidente que la directora no goza de las simpatías del Gobierno de su país. ¿Condicionó eso que su película no fuera seleccionada para aspirar al Oscar? Misterio.
Tres mujeres en Bombay
Como aquella ópera prima, ‘La luz que imaginamos’ (que el 1 de enero llega a los cines españoles) retrata Bombay como una urbe llena de contradicciones, a la vez seductora y hostil, abarrotada y solitaria, y capaz de hacer realidad los sueños de sus habitantes pero aún más de comérselos vivos mientras tratan de salir adelante. “Yo misma tengo una relación de amor/odio con la ciudad”, afirma Kapadia. “Es un lugar que ofrece a las mujeres más libertad y más seguridad que otras regiones de India en las que para nosotras es un peligro pasear solas de noche. Pero Bombay promete más de lo que da, y se ha convertido en un lugar en el que es extremadamente difícil ganar lo suficiente para vivir”.
En concreto, la película retrata a tres mujeres de diferentes edades y procedencias que se apoyan las unas a las otras mientras tratan de sobrevivir en la metrópolis frente a los numerosas fuerzas externas -religión, diferencias de clase y casta, barreras idiomáticas, problemas económicos- que condicionan sus circunstancias y su identidad. Prabha (Kani Kusruti) lleva años sin tener noticias de su marido, que trabaja en Alemania; comparte piso con Anu (Divya Prabha), más joven que ella y que mantiene con su novio una relación clandestina -él es musulmán- y, probablemente, condenada a no durar. En el mismo hospital donde ambas ejercen de enfermeras también trabaja una mujer algo mayor, Parvaty (Chhaya Kadam), recientemente enviudada, que se ve obligada a abandonar su apartamento a causa de la gentrificación que azota la ciudad.
“Me pareció buena idea que mis protagonistas fueran enfermeras”, explica la directora. “Porque de las enfermeras se espera que sean precisas y rigurosas en su trabajo, y que no muestren sus emociones mientras lo hacen. Pero, ¿qué pasa si debajo del uniforme y de esa fachada de serenidad hay miedos y desesperación?” Mientras contempla a esos tres personajes, ‘La luz que imaginamos’ deja claro cómo el patriarcado sigue condicionando las vidas y limitando las oportunidades de las mujeres en la India actual. “Mientras escribía la película pensaba en mi propia abuela, que tenía 55 años cuando murió su marido y que permaneció sola hasta su muerte a los 98 simplemente porque en mi país está mal visto que una mujer enviudada vuelva a casarse. Es decir, vivió aplastada por la figura de su esposo, que era un hombre de quien nunca estuvo enamorada y por quien ni siquiera sentía simpatía. Incluso se le aparecía en sus sueños”.
Kapadia proviene de una clase acomodada, y confiesa tener una relación problemática con su propio privilegio. “A veces me pregunto si soy la persona adecuada para contar historias sobre problemas económicos y sociales, si mi punto de vista no queda deslegitimado por mis circunstancias personales”. En cualquier caso, añade, no tiene intención de dejar de usar su cine para reflexionar sobre los asuntos que le interesan. “Todo lo contrario, pienso prestar aún más atención a explorar cuestiones como la sororidad y la amistad femeninas, y sobre las ataduras a las que se ven sometidas las mujeres indias, incluso las más independientes a nivel financiero, simplemente por no ser hombres. Y sé que, al menos dentro de mi país, mi cine tendría mucho más éxito si hablara de otras cosas y de otra manera, pero tengo que seguir expresando lo que siento acerca de la sociedad. Ese es mi cometido”.