Donald Tusk es el bastión (bullwark). El primer ministro de Polonia es uno de los líderes destacados por Politico en lo que llama la clase de 2025. El gran mérito de Tusk sería ser «el hombre mejor situado para vencer a la ola populista». Es capaz de plantar cara a Viktor Orbán, el primer ministro húngaro que sigue flirteando con Moscú, y está revirtiendo, no sin dificultades, lo que desmanteló Ley y Justicia en sus ocho años en el poder. Tusk es el único que puede en la Unión Europea enseñar el camino de vuelta del nacionalpopulismo a la democracia.

Polonia asume este 1 de enero la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, y releva precisamente a Hungría. Nada podrá hacer si en los Estados miembros no hay voluntad para seguir avanzando pero el contraste con la presidencia húngara será claro. En los primeros seis meses de 2025, los representantes polacos presidirán más de 500 reuniones en Bruselas en diversos formatos, pero parece descartada una cumbre en Varsovia. En plena campaña electoral por las presidenciales en Polonia, que tendrán lugar en mayo, Tusk no quiere que el actual presidente, Andrzej Duda, del PiS, adquiera protagonismo.

La presidencia polaca arranca casi a la par que el segundo mandato de Donald Trump. Habrá que ver cómo actúa Trump sobre Ucrania y si emprende una guerra comercial con la UE. La reacción de la UE no se hará esperar y por ello se requiere que Tusk esté decidido a desempeñar un papel clave.

Los seis meses de presidencia húngara, de total parálisis por la falta de interés europeísta del gobierno de Budapest, se han cerrado con la acogida por parte de Orbán a un prófugo de la Justicia polaca. Marcin Romanowski, ex viceministro de Justicia con el PiS, acusado de malversación de fondos, ha recibido asilo en Hungría. Con este gesto Orbán dinamita los fundamentos de la UE, que se basan en el respeto al estado de Derecho de los países miembros.

Después de que se conociese que Romanowski había sido acogido en el país vecino, Tusk advirtió a Orbán: «El primer ministro húngaro tiene mucho más que temer al gobierno polaco que al contrario». Donald Tusk no va a quedarse de manos cruzadas ante los desmanes del húngaro y sus continuas burlas de las normas europeas. Orbán se ha convertido en un quintacolumnista en la UE y en algún momento tendrá que rendir cuentas.

Un líder fuerte contra los egos iliberales

Como tampoco se dejó intimidar por las continuas acusaciones difamatorias que profirieron los nacionalpopulistas en las legislativas de otoño 2023 que culminaron con la victoria de la alianza que conformaron los liberales de Coalición Cívica, Lewica (izquierda) y Tercera Vía (conservadores moderados).

El liderazgo de Donald Tusk fue vital para vencer al populismo en Polonia. El periodista y activista polaco Adam Michnik lo decía en una entrevista en El Independiente: «El PiS puede volver al poder. Lo paramos porque teníamos un líder fuerte [Donald Tusk]. Después de dos mandatos, los polacos llegaron a la conclusión de que el PiS nos llevaba a una deriva hacia la dictadura».

Ese liderazgo fuerte es necesario en la batalla que libran las democracias contra los autoritarismos o los iliberalismos. A la egopolítica hay que contrarrestarla con auténticos líderes y Donald Tusk lo es. Lleva años en primera fila en política y ha aprendido mucho de las derrotas. Fue primer ministro de 2007 a 2014 y cuando ganó el PiS fue designado como presidente del Consejo Europeo, cargo que ocupó hasta 2019. Tuvo el apoyo de la canciller alemana, Angela Merkel. Es de los líderes europeos más experimentados.

Pero no es suficiente esa capacidad de liderar. Hay que tener en cuenta que los cambios en países con poblaciones tan polarizadas han de ser pautados. Por ello Tusk se anda con pies de plomo en cuestiones como la inmigración, debido a que el nacionalpopulismo sabe cómo manejar las emociones que genera la cuestión y porque en el caso de Polonia es un elemento de la guerra híbrida de Rusia.

Su demanda de suspender el derecho de asilo en determinadas circunstancias se entiende en ese contexto. Sin embargo, en Polonia viven más de dos millones de inmigrantes ucranianos y cerca de un millón de bielorrusos. Tusk quiere trasladar la sensación de control para evitar que los nacionalpopulistas se hagan con el relato como ha ocurrido en Alemania.

Falta de alternativas

En una Unión Europea con el motor francoalemán renqueante el empuje de la Polonia de Donald Tusk se hace necesario. En Francia el presidente francés, Emmanuel Macron, ha visto cómo el conservador Michel Barnier apenas llegaba a cumplir 90 días en Matignon. Le ha reemplazado por el centrista François Bayrou, que sigue estando en manos de la ultranacionalista Marine Le Pen, debido a que en la Asamblea Nacional los macronistas y sus aliados no cuentan con mayoría. A la deriva política se une la económica, ya que el país está cada vez más endeudado y no hay manera de que los franceses se den cuenta de que su tiempo de gloria terminó.

En Alemania habrá elecciones el 23 de febrero tras la ruptura de la coalición de gobierno, encabezada por el canciller socialdemócrata Olaf Scholz. La ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) figuran en segundo lugar en las encuestas electorales detrás de la Unión (CDU y CSU), liderada por Friedrich Merz. Será Merz el próximo canciller con gran probabilidad, pero habrá de buscar aliados, y el ascenso de AfD es muy preocupante porque puede hacer muy difícil la búsqueda de coaliciones, como ha ocurrido en los Länder del este que han celebrado elecciones en septiembre de 2024.

Determinación en defensa y apoyo a Ucrania

Polonia, un país que no está en el euro, donde lidera claramente, y también lo hace su primer ministro, Donald Tusk, es en política de defensa. Así se entiende que tanto Macron como Merz se hayan encontrado en diciembre con Tusk en Varsovia. Macron, que ya ha tenido contacto directo con Donald Trump, que asume el 20 de enero próximo, quiere que la nueva Administración sepa que ha de contar con Europa si quiere buscar una salida a la guerra en Ucrania.

Tusk es uno de los más férreos aliados del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, y en su última visita a Leópolis dejó claro que no se podía especular sobre una derrota de Ucrania, tras las pruebas reiteradas de coraje que han dado los ucranianos. Por esa cercanía a Kiev, por su firmeza y por la elevada contribución de Polonia en defensa (el próximo presupuesto llegará al 4,7%) Macron se vio con Tusk y dejó de lado a Olaf Scholz, algo que ha remarcado el semanario alemán Der Spiegel.

La claridad de Polonia sobre política de defensa dota fuerza al país en una Unión Europea que vive en sus fronteras la peor guerra de agresión desde la Segunda Guerra Mundial. Las autoridades polacas llevaban tiempo advirtiendo de los riesgos que comportaba acercarse al Kremlin o la dependencia energética de Rusia, impulsada por Merkel para obtener energía barata. De ahí que ahora Polonia sea más fiable que nunca.

Los polacos conocen bien cómo actúa Putin y llevan años preparándose para que el líder ruso no se atreva a atacarles. Su tesis es que con unas Fuerzas Armadas bien preparadas y con un armamento moderno evitan que Putin caiga en la tentación de ir contra ellos. En el punto opuesto está España que sigue sin asimilar que si no muestra solidaridad con los aliados y aumenta su presupuesto en defensa está dando argumentos a Trump que reprocha a los europeos su falta de responsabilidad.

El foco se desplaza a Europa Central

La geografía, que tan mal lo ha hecho pasar a Polonia, situada entre dos naciones con vocación vorazmente imperialista como Rusia y Alemania, ahora explica su relevancia. Ucrania ha desplazado el foco hacia Europa central y es Polonia el país puntero. Los Bálticos lo saben, y también los países nórdicos, así que se muestran muy proclives a establecer lazos con Varsovia.

En el semestre de la presidencia polaca es probable que haya claras señales en favor de Ucrania como la propuesta de más sanciones contra Rusia, encaminadas a dañar su economía, y una señal favorable a Ucrania en su camino hacia el ingreso en la UE. Va a hablarse de las garantías de seguridad de Ucrania y de si es viable que entre en la OTAN al terminar la guerra. Será un momento crucial para que Europa se haga valer y se escuche su voz en Washington.

El azar ha querido que este semestre de presidencia del Consejo de la UE coincida con la campaña electoral de las elecciones presidenciales polacas. Después de un año largo de cohabitación con Duda, Tusk necesita que la Presidencia recaiga en el candidato de Coalición Cívica, Rafał Trzaskowski, actual alcalde de Varsovia. Desmantelar las violaciones perpetradas al estado de Derecho por el PiS y al mismo tiempo que el presidente tenga poder de veto está siendo muy complicado.

Será un test para Tusk lidiar con el papel europeo en una campaña que ya ha empezado de manera informal. Los nacionalpopulistas se juegan seguir teniendo opciones de bloquear las políticas del gobierno de Tusk, y los liberales y sus aliados precisan para cumplir con sus promesas electorales con el balón de oxígeno de la Presidencia. Después del primer semestre de 2025, Donald Tusk puede confirmarse como el líder que Europa necesita.



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