Lamine Yamal compartió con sus seguidores en las pasadas navidades una foto con su madre y su hermano. Este año se ha fotografiado en un zoo con tigres y serpientes acompañado de amigos. De casa al emirato, de Mataró a Dubai: así de vertiginoso y rápido ha sido el viaje de un futbolista menor de edad que el próximo 13 de julio cumplirá 18 años.
Había un motivo que fundamentaba que Lamine Yamal acudiera a celebrar las fiestas a Oriente Medio. A pesar de arrastrar una férula ortopédica que protege su tobillo derecho, lesionado en el penúltimo partido frente al Leganés. Al futbolista del Barça le daban el premio al jugador más emergente en la gala de los Globe Soccer que organiza y apadrina su agente Jorge Mendes. Hasta Joan Laporta voló a Dubai para certificar el importante papel que desempeñan el representante y la estrella en la vida cotidiana azulgrana. Luego no apareció, enfrascado en solucionar el último caso: la imposibilidad de inscribir definitivamente a Dani Olmo. De Pau Víctor nadie habla.
Todos los trofeos
De batir récords a escribir la historia ha evolucionado la carrera de Lamine Yamal, que ha ido confirmando en cada peldaño que ascendía su entereza interior para afrontar la creciente dificultad que experimenta su breve carrera. El Globe Soccer es el menor de los trofeos individuales después de haber recogido el trofeo Kopa de France Football y el Golden Boy de Tuttosport al mejor futbolista joven.
Ya no es la novedad a la que miraban con ternura por esa extraordinaria juventud que le ha permitido romper todos los registros de precocidad en debutar y marcar goles, primero con el Barça, luego con la selección. Con ese aire de inocencia acudió a la Eurocopa, tratado casi como una mascota en el seno del equipo español; con curiosidad se le miraba desde la grada. Hasta que la lió parda con el golazo a Francia. Un tanto al alcance de muy pocos.
No ha sido una aparición fugaz. Su carrera dibuja un trazo firme en todos los escenarios, sea Montjuïc, el Bernabéu o el Olímpico de Berlín.
El bebé era él
Ya no era el simpático chavalín el día de la final, aunque todavía no se le conocen ‘haters’ en las redes. Sí los tiene su padre, hiperactivo con el móvil en la mano, publicista principal del parentesco, hasta que reventó audiencias con una antigua foto solidaria en la que Messi bañaba a un bebé. Sí, era él.
Lamine Yamal había dejado de ser la simpática promesa al erigirse en el más joven en participar en el torneo y el más joven en marcar. Además del título colectivo, con esa alianza juvenil entablada con Nico Williams, Lamine Yamal se llevó, por supuesto, el trofeo al mejor joven. De ahí que luego coleccionara los sucesivos galardones de la misma categoría hasta el de Dubai. Por supuesto, el más joven en ganarlos.
Juvenil, zurdo y precoz, regateador, habilidoso, extremo derecho, callado, vergonzoso… Numerosas características, menos la nacionalidad y la complexión física, fomentan la comparación, cuando no la equiparación entre Lamine Yamal y Lionel Messi.
Los orígenes, ciertamente, invitan a elucubrar sobre el porvenir que aguarda al muchacho de Rocafonda, vecino ahora de Sant Joan Despí, cuyo distrito postal es imposible de reproducir con dos manos tal y como repite Lamine Yamal con el 3 y el 4 en cada gol. Seis lleva esta temporada (siete en el curso 23-24), el último en el Bernabéu, donde exhibió otra ortopedia, en ese caso bucal. Los brackets azulgranas reforzaban la adolescencia del debutante más joven de un clásico, excepto para los desalmados racistas del córner que le insultaron.
Récords indelebles
Irrumpió en el fútbol de élite y se quedó, para que los récords fueran indelebles, no solo el débil trazo de una aparición fugaz. Ha roto el huevo Lamine Yamal. Ahora le toca espabilarse por sí solo después de salir con tanto estrépito del cascarón. Aunque no tenga el carnet de conducir y deba ser acompañado a todas partes. Un gabinete de cortesanos esparce a su paso el confetti que tanto complace a las estrellas. Más allá, incluso, de la alfombra roja que pisó al acudir a la gala del Balón de Oro, donde se le espera en los próximos años para llevarse el premio mayor.
Conserva el extremo la naturalidad en el rectángulo, salpicado de sudor y con el balón en juego, pese a que tiende a atusarse el pelo cada dos por tres. Obra sin abrir la boca el futbolista, cuya grandeza parecía que convertía en inviable el triunfo del Barça sin él en la alineación. Hasta que el Leganés rompió el mito del semestre. Pero ha llegado un punto en el que un Barça sin Lamine Yamal parece menos.