Un momento del mensaje de Navidad del rey Felipe VI. / EFE

Me ha gustado el mensaje navideño del Rey cuando se manifestó a favor de «trabajar por el bien común (que) es preservar el gran pacto de convivencia donde se afirma nuestra democracia y se consagran nuestros derechos y libertades» porque, continuó, «no podemos permitir que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía». No puedo estar más de acuerdo en que «por encima de las eventuales divergencias y desacuerdos» -que son legítimos e incluso necesarios en democracia- «prevalece una idea nítida de lo que conviene, de lo que a todos beneficia» porque, sigo citando a Felipe VI, «no podemos permitir que la contienda política, en ocasiones atronadora, impida escuchar la demanda, aún más clamorosa, de serenidad». O sea menos insultos, menos tono barrio bajero y más ocuparse de lo que de verdad preocupa a los ciudadanos que llevan al país sobre sus hombros, que tienen problemas para llegar a fin de mes y que se irritan con mucha razón al escuchar tanta tontería porque últimamente las sesiones parlamentarias de control del gobierno dan vergüenza por el tono tan bajo intelectualmente y a veces tan ordinario («muevan el culo» dijo el otro día una señoría a la bancada del gobierno) que le dan a uno ganas de hacer las maletas y de cambiarse de país.

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