“Cuando llegué sentí tranquilidad, vi una cama, una habitación, vi que aquí me podría poner bueno”. Joaquín Peláez, “Ximo”, tiene 78 años y es un de los primeros realojados por la DANA en un bloque de 184 viviendas en La Torre, Sociópolis (Valencia), que pertenece a la Generalitat Valenciana y que se iba a destinar a alquiler de protección oficial.
Ximo es un superviviente de la riada del 29 de octubre. Estaba en su vivienda, una planta baja entre Picanya y Paiporta, junto al barranco, cuando de golpe irrumpió el agua y se llevó todo lo que tenía. “Me salvé por los pelos, me subí en la encimera cuando llegó el agua y después me costó mucho salir, me tocó luchar con la nevera que se atravesó y cuando por fin salí, todo era caos”. Ya en la calle, esa misma noche, Ximo pidió ayuda y le taparon con unas sábanas, había perdido hasta la ropa que llevaba puesta. Con el cuerpo repleto de heridas que hasta día de hoy se tiene que curar, lo trasladaron hasta la residencia Solimar de Picanya, dónde ha estado desde aquel 29 de octubre hasta hace una semana, cuando “por fin” consiguió un nuevo hogar.
“El agua y el barro me han quitado mi pasado, las fotos de mi madre, también todos los papeles de mis enfermedades, hasta las gafas, el DNI, el móvil y la dentadura”. Ximo toma tratamiento para el cáncer. Hace 24 años le dijeron que le quedaban tres meses de vida. Se preparó para morir y le tocó volver a empezar al ver que seguía vivo. Ahora le toca aprender – otra vez – a vivir. En su mochila lleva el “contrato” de su nueva vivienda por si se desorienta y no sabe volver. “Me invitaron a una cena y no tenía unos zapatos sin barro para ponerme, decidí ir a València a comprar y en cuanto llegué a la estación de Colón me pregunté dónde estaba, me desorienté”, explica Peláez, que reconoce que la tragedia le ha dejado secuelas tanto físicas como mentales. “Es un horror”, afirma.
En Solimar, que con humor le llama “el Hilton”, Ximo y el resto de familias alojadas vivían gracias a la ayuda de los voluntarios y los alimentos y ropa que llegaban, también de los trabajadores de la residencia, que le entregaron sus nuevas gafas y dentadura, además de facilitarle la recuperación del DNI. Ahora siente que tiene un “lugar seguro” en el que rehacer su vida. De hecho, ya se está decorando el piso con cuadros y otros elementos de decoración que le hacen sentir como suyo ese espacio. «A la vida hay que ponerle música, color«.
Doble vulnerabilidad
Hasta ahora, en el edificio de La Torre hay otras veintiuna familias alojadas, todas pertenecientes de la misma urbanización de la que viene Ximo, un complejo de 31 viviendas para personas mayores, propiedad de la Entidad Valenciana de Vivienda y Suelo (EVHS) en la que también había un centro de día. Son personas vulnerables a las que la dana ha golpeado doblemente. “De los 31 pisos, han fallecido nueve personas, una de ellas la tuve a mi lado”, lamenta.
“De momento nos han dicho que nos quedamos aquí durante un año, aunque yo creo que será más”. Ximo se pregunta si alguna vez volverá a su casa de Picanya. «A ver si volvemos y cómo lo hacemos, porque el río va a seguir estando ahí, si no se hace nada esto puede pasar otra vez, cómo pasó en el año 57».