Se puede terminar el año tal y como se empieza: leyendo. Transcurridos doce meses de lecturas, es difícil acordarse de todos los títulos que nos hemos embaulado porque a menudo cuesta seguir el consejo de Walter Benjamin y consignar, como un oficinista escrupuloso, las obras con las que hemos pasado el tiempo.
Aunque hay quienes se precian de leer con velocidad de crucero y cada año consiguen superar su objetivos -50, 60… algunos dicen que llegan a rebasar los 100 libros al año-, siempre es mejor acercarse a un volumen lenta y cautelosamente que afanarse por los récords. A uno los años le dan mesura y por mi parte he llegado a la conclusión que es mejor disfrutar con lo que se hace, en lugar de estar pensando en otra novela mientras nos intentamos concentrar en la que tenemos entre manos.
Chul Han, el famoso filósofo coreano, me ayudó a desenganchar de la lectura compulsiva. Cuenta que, nada más llegar a Alemania procedente de Corea, decidió matricularse en filología. Al cabo de un breve tiempo se campó a filosofía porque en esta carrera el ritmo de lectura era más adecuado a su deficiente conocimiento del alemán. Desde entonces, se complace leyendo cautelosamente, como un monje declamando la palabra de Dios.
“Aunque hay quienes se precian de leer con velocidad de crucero, siempre es mejor acercarse a un volumen lenta y cautelosamente que afanarse por los récords”
Cada año tiene su afán y sus descubrimientos. Este 2024 me he topado con uno de esos autores para celebrar: Jean-Louis Chrétien. Se trata de un filósofo francés, fino y meticuloso, cuyas investigaciones no han perdido fuerza ni atracción. Y eso que ha muerto. Hasta el momento ha sido la editorial Sígueme, siempre tan profunda, la que se ha decidido a traducir sus libros.
La mirada del amor es complejo, profundo y pertenece a esos ensayos en los que la espiritualidad y la razón se amalgaman con la poesía. Habla de la humildad y de ese conocimiento que descubre no únicamente la solidez de las cosas, sino la infinitud del prójimo. Es un libro, en fin, de altos vuelos, que hace que retorne a nosotros la confianza en la deriva del pensamiento.
Como novela, -si me pidieran una recomendación- hablaría de Las propiedades de la sed (Libros del Asteroide), que narra la historia de una familia cuya existencia pacífica en el rancho se ve de pronto sacudida por la instalación de un campo de refugiados para japoneses. Bien escrita y narrada. Baricco es una de mis principales debilidades y por ello también aconsejo introducirse en el realismo mágico de su última novela, Abel (Anagrama).
Por suerte el destino ha puesto sobre mi mesilla de noche una obra deliciosa que leí hace muchos años: El último encuentro (Salamandra), de Marái. Si durante un paseo al atardecer mi hija, vencida ya su adolescencia, me preguntara qué es la amistad, seguramente le recomendaría recalar en tres maravillas: el libro octavo de Ética a Nicómaco, el ensayito de Montaigne en el que explica cómo las almas de los amigos se mezclan y, claro está, la intensa novelita basada en una larga y honda conversación.
He vuelto a releer Antígona, Cien años de soledad, las cartas de Séneca y alguna obra de Thomas Mann. Me ha dejado un sabor agridulce la última creación de Álvaro Pombo, que, D.m., recogerá el próximo abril uno de los premios más importantes de nuestras letras: el Cervantes.
“Si durante un paseo al atardecer mi hija, vencida ya su adolescencia, me preguntara qué es la amistad, seguramente le recomendaría recalar en tres maravillas: el libro octavo de Ética a Nicómaco, el ensayito de Montaigne sobre el tema y, claro está, El último encuentro, de Marái”
El exclaustrado (Anagrama) aborda temas trascendentales para este escritor que más bien parece un marinero carcomido por los aires fríos y el baile interminable del mar. El arranque está bastante bien, pero la narración pierde fuelle y se torna poco creíble cuando desemboca en maltratos y amores poco verosímiles. Dicho lo cual, no debemos minusvalorar una prosa castellana y muy bella.
Sobre temas políticos, este año destacan a mi juicio dos ensayos: el de Gray sobre el repliegue estatalista (Sexto Piso) y el de Mounk, La trampa identitaria (Paidós). En mi opinión, es mejor el primero que el segundo si se quiere comprender de dónde vienen estos lodos, pero el de Mounk es más útil para detectar los contrasentidos del identitarismo. Confieso, sin embargo, que bajar al barro político, teniendo en cuenta la que cae todos los días, resulta tedioso.
Para no perder la costumbre, no es bueno solo recordar lo que se ha leído, sino también dar cuenta de lo que se va a leer. Me esperan este mes obras interesantísimas: el segundo volumen de la espléndida Historia de la filosofía que ha escrito Habermas (editorial Trotta), El intérprete de Sennett, publicado por Anagrama, La Regenta, el último de Withehead y ¿Qué es la autoridad? (Página Indómita), un breve opúsculo de H. Arendt que ya he picoteado y es estupendo.
Que tengan un feliz 2025 lleno de lecturas inolvidables.