Víctor Diusabá Rojas

El torero colombiano Luis Bolívar se convirtió en gran triunfador de la primera corrida de abono de la Feria de Cali donde este jueves obtuvo dos orejas simbólicas en faena al quinto toro de la tarde, de la ganadería Ernesto Gutiérrez Arango, al que se le concedió el indulto, en evidente exageración del palco presidencial.

Y es que si bien hubo momentos en la lidia que calaron hondo en la asistencia, por la entrega del torero y el progresivo crecimiento del comportamiento del animal en la muleta, otro cantar hubiese sido el futuro del ejemplar de no ser por los mimos del torero, a los que por momentos supo responder.

Bolívar enseñó en el capote esa madurez, aparte de la torería, que tanto vamos a extrañar. De ahí nacieron lances para jalear y convertir, en un mañana, en textos de enseñanza.

El diestro brindó a sus compañeros de empresa de Toro Vive y le dio sitio al de Ernesto Gutiérrez hasta hacerlo romper, gracias a la fijeza, sí, pero también a la voluntad sin fin de su lidiador. Al final ‘Luchador’ 171, de 496 kilos, recibió el muy cuestionable perdón del palco.

Antonio Ferrera abrió la tarde con un toro que, de salida, enseñó falta de clase y pasó a media altura.

Tras pelear en el caballo y luego de la vara de Luis Viloria, el de Gutiérrez pareció ser otro en las poderosas manos de Ferrera para dar a luz series en las que la suavidad y el temple, siempre en los medios, edificaron una faena cada vez más cercana al alma de los tendidos.

Los finos detalles de cierre antecedieron una espadazo que bastó. Oreja y palmas en el arrastre para el ejemplar.

Por sorpresiva ausencia de Fernando Adrián, quien pasó a la enfermería por inconvenientes de salud ajenos a la lidia, hubo que correr turno. El mismo Antonio Ferrera echó entonces su segundo toro en el asignado al tercero de la tarde.

Banderillas en mano, como en los viejos tiempos, Ferrera trajo cuota de emoción, sobre todo en un par de exposición por los adentros. Con la muleta, apostó por el pitón izquierdo, donde encontró relativa respuesta de un toro noble, aunque justo de raza. A punta del adecuado manejo de tiempos y distancias, la faena alcanzó algún eco. Pinchazos y entera. Silencio.

Luego, Luis Bolívar asomó con entrega y largas cambiadas, frente al alto y siempre suelto segundo de la corrida. Sabedor de la movilidad de su enemigo, Luis lo citó de largo para cuajar una tanda de derecha, rodillas en tierra, que puso a hervir a Cañaveralejo.

Siempre al mando, el torero colombiano, en vísperas de despedirse como torero se esta, su ciudad,  exprimió aquello que tenía por delante, nada más que un animal de limitadas condiciones. Metisaca, entera e intentos de descabello. Palmas tras aviso. Tibios aplausos al toro.

Fernando Adrián recién apareció para hacer frente al que salió en cuarto lugar. El toro, con el sello de la casa manizaleña en sus hechuras, se fue casi inédito en el capote. Eso sí, se arrancó de largo al caballo y propinó tumbo. Poco y nada hubo en la muleta, sin comunión alguna entre el manso y un torero mermado de facultades.

Tres cuartos en buen sitio acortaron la agonía. División de opiniones para Adrián. Pitos al de Gutiérrez.

Ante la imposibilidad de que el madrileño volviera para cerrar la tarde, Antonio Ferrera se hizo cargo del último de esta primera de abono, al que llegó por abajo, en claro provecho de la forma como humillaba en las embestidas, siempre con franqueza. La espada negó los trofeos.

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