La idea de buscar un espacio más tranquilo, alejado del estrés y del ruido de la gran ciudad empieza a ser cada vez más frecuente. Hay personas que optan por trasladarse a lugares más reducidos, motivados por una cuestión laboral y económica, y otras simplemente siguen el impulso de irse hacia un lugar de aire limpio y puro.
Esta es la historia de un grupo de 12 jóvenes de entre 25 y 30 años que residen en Zaragoza. A pesar de no haber vivido nunca en el medio rural, o precisamente a causa de esto, los jóvenes –la mayoría amigos desde el colegio- tienen en mente convertir en realidad lo que hace un par de años era solo una idea alocada: comprar un terreno en el Pirineo y trasladar sus vidas al norte de Huesca.
Todos llevan levan años formando parte de grupos scouts y, como ellos mismos indican, realizar actividades en las montañas les ha generado «una gran conexión con la naturaleza». Por eso tienen claro que su proyecto debe estar en el Pirineo. Su «sueño» –como ellos mismos lo definen-, no consiste en adquirir o construir doce casas, sino una sola. Quieren, por tanto, crear una suerte de comuna en la que los doce amigos convivan y compartan espacios comunes, aunque con zonas individuales. Su principal sustento sería la agricultura, gracias a la creación de un huerto comunitario.
No obstante, quieren también potenciar sus «proyectos individuales». Esto es seguir desempeñando sus actividades laborales y, en la medida de lo posible, aplicarlas para el beneficio del pueblo y de las localidades de los alrededores. Buscan, por tanto, un equilibrio entre el desarrollo de sus labores y la vida en el medio rural.
Los campos profesionales de los doce amigos son muy diversos entre sí, aunque hay cierto predominio de las ramas sanitarias. Hay arquitectos, constructores, profesores, ingenieros, pero también hay pediatras, fisioterapeutas, psicólogos o matronas. Algunos de ellos podrían teletrabajar, pero su verdadera intención es desarrollar su puesto de trabajo en la zona. Contemplan incluso la posibilidad de utilizar la propia vivienda como un espacio donde llevar a cabo sus tareas.
La idea de este proyecto nació hace dos años y la Asociación Énera, con la que pretenden darse a conocer, surgió hace uno. El siguiente paso es decidir el lugar donde asentarse. Barajan varias opciones: Cajigar, en la comarca de Ribagorza; Silves, en el Sobrarbe; o Susín, en el Alto Gállego.
Algunos prefieren un lugar totalmente abandonado para «reactivar algo muy muerto», otros se decantan por un sitio con un poco más de vida y, sobre todo, servicios básicos. En esta segunda opción, buscarían colaborar con otras asociaciones ya existentes para brindar ayuda, principalmente, a niños y personas mayores. Se han dado de plazo hasta junio para decidir y, hasta entonces, siguen en búsqueda de otras opciones.
La decisión del dónde no es fácil por el propio funcionamiento interno de la asociación –se rigen por una sociocracia y se debe tener el consentimiento de todas las personas para tomar una decisión– y también por el precio de la vivienda. El coste ha subido mucho en los últimos años y desde Énara tienen dificultades para conseguir alternativas que se adapten a su presupuesto. Asimismo, critican el turismo «desvinculado de la montaña» que presenta actualmente en el Pirineo porque, según dicen, está pensado solo desde el punto de vista económico y no desde el cultural. Para ellos, esta forma de turismo es «responsable» de la aparición de trabajos temporales en temporada alta.
Asimismo, perciben que están disminuyendo los servicios básicas en áreas menos turísticas, pues se concentran en los núcleos más grandes y concurridos, principalmente próximos a las estaciones de esquí, dejando «desatendidos» a los habitantes de pueblos más pequeños y aislados. Ellos, precisamente, quieren conseguir todo lo contrario