Estimados amigos, puede que los buenos deseos que estos días manifestamos tener para todos los demás tengan una significación distinta para cada uno. Pero yo diría que tanto da: es hermoso que por lo menos unos días al año, que tampoco es tanto, mostremos esa inclinación a favor de la fraternidad. Ahí va, pues: ¡Felices Pascuas!, que, con el significado formal que le queráis dar, es un deseo sincero de que las cosas vayan bien.
Y si me lo permitís, dejadme que precise por lo menos alguno de los alfileres que sostienen esta costura: deseo firmemente que en el mal ambiente que empoza nuestra convivencia cívica vayan secándose los charcos, para darnos buen paso. Me horripila la verborrea de los que confunden la diferencia de pensamiento con un topetazo ineludible entre convecinos. Hasta diría que me asusta la quiebra de la convivencia que va implícita en la falta de respeto mutuo.
Sabéis a que me refiero: la vecindad es la pieza principal de la democracia y la democracia la única forma respetable de vivir en sociedad. Nunca estará de más, en consecuencia, mantener bien regado y abonado este huerto. Si enturbiamos la convivencia, mal vamos. Y eso sucede cuando nos señalamos los unos a los otros con mal gesto, verbo crispado y voluntad de hacer daño. Entonces, ni siquiera se puede decir que vivamos en sociedad, porque la convivencia ya no es un trato reciproco de respeto. Una cosa es discrepar y otra zaherir.
¡Maldita sea la hora en que nos hemos confundido! Bueno, no usted y yo, sino esos que, incluso atreviéndose a decir que hablan en nuestro nombre, esparcen ponzoña en el vecindario, para que nos veamos los unos a los otros con mal ojo, dándonos la espalda, rehuyendo el saludo. Tu de aquí, yo de allá, y cada uno a la suya, sin siquiera saludos y aún menos abrazos. Tu por la derecha y yo por la izquierda, sin cruce de caminos.
Esta sociedad crispada, aunque de ninguna manera quiero rendirme, me enerva. Por eso, temiendo no ser el único que la sufre, os deseo a todos con toda mi alma la felicidad compartida que tanto vosotros como yo nos merecemos. ¡Un gran abrazo, amigos!