Ha sido tan extraño y lamentable lo que ha sucedido alrededor del Valencia esta temporada, que cuesta enumerar todos los factores, al detalle, para saber discernir la responsabilidad de Baraja de la del resto de circunstancias. El sueño de llegar al banquillo del Valencia CF le llegó de forma tan inesperada y feliz como triste ha sido su despedida. El afecto que recibía de todo el mundo se transformó en críticas. Se quedó a un palmo de la gloria de haber sabido despedirse a tiempo al final de la temporada pasada o de la anterior. Esa historia de éxito tan rotunda se ha quedado por escribir. Quizá, eso sí, por exceso de amor.
De los momentos especiales que asocio a Rubén Baraja, me quedo con una extensa entrevista que pude hacerle en una humilde emisora de radio, durante la temporada 2006-2007. Esos ratos poco habituales en los que existe una conexión plena y sincera con un protagonista. También, con las anécdotas que me cuenta mi apreciado Carlos Egea y que demuestran el lado más humano de Baraja como persona. Su sentido del humor, su lealtad y su forma de amar al Valencia CF: «Quiso demasiado al club y era tan feliz entrenándolo…»
Después de varias conversaciones y tertulias al respecto, no creo que haya sido la ambición económica ni la cobardía sino el exceso de amor por el club lo que ha llevado a Baraja a ceder demasiado y a exigir poco. Ha sido poco crítico con los refuerzos. Quizá, debió tener un cuerpo técnico más completo. La cruda realidad del club ha podido con la ilusión que Baraja tenía.
Al margen de la desastrosa planificación de plantilla, ¿qué sucedió en el vestuario del Valencia para explicar tal bajón de rendimiento? Sólo lo saben los que se desnudan física y espiritualmente en ese sanctasanctórum. Ese mismo espacio sagrado en el que, en sus inicios, Baraja ejerció de padre espiritual ante unos jóvenes que crecieron alrededor de su palabra y su carisma. Llegó el día en el que ya no pudo estirar más el hilo invisible que le unía a ellos. Como dice el proverbio árabe, «un ejército de corderos liderado por un león derrotaría a un ejército de leones liderado por un cordero». Así sucedió y no lo olvidaremos. Todo se acaba. La lástima es que haya sido de forma cruel y a destiempo. «Quiso demasiado al club y era tan feliz entrenándolo…»
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