Desde que prosperó la investidura de Pedro Sánchez hace más de un año el PP venía proclamando la dificultad que tendría, casi cada semana, para poder gobernar. Los vetos cruzados que mantienen sus socios en temas nucleares podrían convertir las votaciones en auténticos infiernos como se ha visto. Negociaciones a última hora y cesiones imprevistas. Pero el partido de Alberto Núñez Feijóo también ha tenido que convivir con la frustración de las victorias -por mucho que fueran a última hora y sufriendo en muchos casos- del Gobierno. Y el aislamiento que su grupo, incluso siendo primera fuerza en el Congreso, ha venido padeciendo en muchos sentidos.
El principal motivo era Vox. Mientras el PP apareciera atado a la formación de Santiago Abascal era muy difícil atraer el apoyo de otras fuerzas hacia su bancada. La moción de censura sigue siendo un imposible a día de hoy por ese motivo. No hay números. Feijóo lo sabe y por eso mismo no lo planteará. Pero algo ha cambiado esta semana. Desde el pasado verano la relación entre PP y Vox tampoco ha sido la misma. En el Congreso les une la vocación de acabar con el Gobierno de Pedro Sánchez por encima de todo. Pero los gobiernos autonómicos se rompieron, dejando al PP en solitario, y la falta de entendimiento en muchos aspectos ha dibujado que la derecha no está, ni mucho menos, tan unida.
Y coincidiendo con esa distancia, en el Congreso también se han movido cosas. Al PP le costó meses entenderlo, como reconocen algunos de sus dirigentes con más poder, pero en el Parlamento las negociaciones se hacen con todos -la única línea roja es EH Bildu- dejando a un lado casi todo lo demás. “Ya lo hemos entendido. Este es el juego parlamentario y tienes que entrar si quieres obtener resultados porque la realidad es que en este Congreso hay una mayoría de derechas que tiene en común, por ejemplo, buena parte de la política fiscal. Y eso el Gobierno lo vio el jueves”.
La reflexión, dentro de la dirección del grupo parlamentario, apunta a la enmienda que tanto PNV y Junts le votaron al PP -también lo hizo Vox- y que acaba con el gravamen a las grandes empresas energéticas que la izquierda agitaba como su gran bandera. Como publicó este diario, los conservadores llevaban tiempo preparando esa jugada parlamentaria, que tuvieron que empezar en el Senado.
A la espera de ver cómo soluciona el embrollo la ministra de Hacienda -Podemos, ERC y EH Bildu exigen la prórroga en un real decreto ley que, en principio, decaerá cuando pase un mes por falta de apoyos para convalidarlo- el PP saborea una victoria política que en sus filas tiene muchas lecturas. No es la primera vez que los conservadores sacan adelante una votación, pero en las últimas semanas Junts se ha aliado con el grupo de Feijóo en distintos momentos. En este caso se sumaron también los nacionalistas vascos (lo hicieron en otra propuesta del PP sobre la DANA que apuesta por exenciones fiscales en las ayudas que hagan a los afectados):
Y lo que ha venido a exhibir el último pleno del año, insisten fuentes del PP, es que sí hay una grieta profunda en la mayoría de Sánchez. En el partido de Feijóo reconocen que los socios de investidura siguen muy atados al socialista. Y apuntan a que Puigdemont, a quien no se le ha aplicado la amnistía, seguirá al lado del Gobierno. “Pero ya sabemos que el bloque de Sánchez se rompe. Y si se empieza a romper significa que nada es para siempre y nada está escrito”, dice un diputado con muchos años de trayectoria. En el núcleo duro de Feijóo apuntalan esa tesis: “No queremos quitarle los socios a Sánchez porque no son los nuestros. Pero queremos bailar con ellos y si ellos acceden, también se escenifica que hay otras opciones”.
A eso se suma, reflexionan otros dirigentes conservadores, que el cordón sanitario hacia Vox también se ha visto agrietado. “Si se normaliza que Junts y PNV puedan coincidir en votaciones importantes con Abascal también dice muchas cosas”, zanjan.
El giro del PP con Junts
En estas semanas ha quedado claro que el PP está ya en otra fase del juego parlamentario. Y ha normalizado las relaciones con Junts en este marco concreto. Los argumentos de muchos de sus dirigentes –“nosotros nos fijamos solo en el contenido, no entramos al resto” y “si sirve para aprobar cosas positivas claro que vamos a hablar” se parece mucho a los que esgrimen desde el PSOE para explicar su acercamiento a Bildu y que tanto ha criticado el PP–.
El otro problema al que los conservadores pueden enfrentarse es el interno. Hay sectores del partido que no ven con buenos ojos ese acercamiento, incluso dentro de los presidentes autonómicos. Conviven dos almas, la pragmática y la que rechaza cualquier pacto con Junts, y en algunos momentos las tensiones pueden aflorar aún más. Isabel Díaz Ayuso, que junto al PP catalán de Alejandro Fernández, es muy crítica, ha decidido quedarse al margen recordando que es Feijóo el que tiene su estrategia política a nivel nacional. Pero también ha aprovechado las ocasiones que ha tenido para rechazar acordar con Junts. La diputada Cayetana Álvarez de Toledo, que ha recuperado mucho protagonismo dentro del grupo, también es muy contraria a la relación de cercanía con los independentistas.