Desde que prosperó la investidura de Pedro Sánchez hace más de un año el PP venía proclamando la dificultad que tendría, casi cada semana, para poder gobernar. Los vetos cruzados que mantienen sus socios en temas nucleares podrían convertir las votaciones en auténticos infiernos como se ha visto. Negociaciones a última hora y cesiones imprevistas. Pero el partido de Alberto Núñez Feijóo también ha tenido que convivir con la frustración de las victorias -por mucho que fueran a última hora y sufriendo en muchos casos- del Gobierno. Y el aislamiento que su grupo, incluso siendo primera fuerza en el Congreso, ha venido padeciendo en muchos sentidos.

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