Cada vez que Mónica -nombre ficticio para evitar ser reconocida- daba unas pocas monedas o algo de comida a Moussa cuando éste pedía limosna a las puertas del supermercado, jamás se le pasó por la cabeza que el devenir la llevaría a vivir en la calle, al raso, como desde hace años vive aquel hombre de mirada triste pero con el salero de un antiguo bailarín y drag queen que durante años alegró las noches a miles de turistas en los espectáculos hoteleros. Mónica ayudaba a Moussa porque se compadecía de su situación: su mundo se reduce a una chabola de unos pocos metros cuadrados donde guarda los pocos objetos y ropa que aún conserva y que le recuerdan mejores etapas de su vida. Hace tres meses, un problema familiar llevó a Mónica sin recursos ni trabajo a vivir en la calle, y allí se encontró a Moussa, quien ahora, fiel amigo, le devuelve el calor y el cariño que ella de brindó tiempo atrás. «La vida aquí, ¿cómo se lo cuento? Esto es un infierno. Como mujer he pasado en la calle lo que no está escrito, me han acosado», sostiene.

Fuente