El primer ministro francés, François Bayrou, desveló este lunes la composición de su Gobierno, un equipo continuista respecto al de su malogrado predecesor, Michel Barnier, con pesos pesados de la derecha y del macronismo, y con el ex socialista Manuel Valls en Ultramar.
Tras varios días de especulaciones, Bayrou cumplirá finalmente su promesa de nombrar a sus ministros antes de la Navidad, aunque este lunes Francia había dispuesto un día de luto oficial por los estragos causados por el ciclón Chido en el departamento ultramarino de Mayotte.
Por ese motivo, esta mañana la Presidencia había precisado que el anuncio no llegaría en ningún caso antes de las 18 horas, sin precisar más detalles, ya que hacerlo de otra manera habría levantado críticas por falta de respeto a los habitantes de Mayotte.
El nuevo Ejecutivo sigue la misma línea que el del predecesor de Bayrou, el conservador Michel Barnier, que fue tumbado mediante una moción de censura por carecer del suficiente apoyo parlamentario, dado que la Asamblea Nacional se encuentra muy dividida.
Rechazo de los socialistas
Desde sus primeros pasos, Bayrou trató de atraer a los socialistas para no depender de la ultraderecha, pero las concesiones fueron consideradas insuficientes por este partido, que es el más moderado de la alianza de izquierdas mayoritaria en la Cámara baja.
La estabilidad del Ejecutivo de Bayrou suena a priori igual de complicada que la de Barnier, incluso aunque logre superar su primera prueba de fuego, que será su discurso de política general el próximo 14 de enero. Ese día Bayrou tiene la posibilidad de someterse a una moción de confianza, aunque es poco probable que lo haga, ante la debilidad de sus apoyos.
En caso de no hacerlo, la izquierdista La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon, ya ha anunciado que presentará de forma inmediata una moción de censura.
La extrema derecha de Marine Le Pen ha asegurado que su decisión de votar a favor o no la moción de censura dependerá de la línea política que adopte Bayrou en su discurso de política general, lo que sitúa de nuevo al Gobierno francés en sus manos, como ya sucedió con el de Barnier.