En un contexto de crisis económica y ecológica, el movimiento comunitario renace en el mundo como una opción de vida, como respuesta local a problemas globales. Las comunidades coexisten con el propósito de desarrollar economías sociales cooperativas, sistemas de toma de decisiones participativos, resolución de conflictos, y una educación holística. Todo bajo parámetros de sostenibilidad: construcción y agricultura ecológicas , sistemas energéticos basados en fuentes renovables y gestión de residuos.
El libro ‘Together’ – en la plataforma Verkami (vkm.is/together) – es el resultado de un viaje a 10 de estas comunidades, algunas en la península ibérica (Cal Cases, Amalurra, El Calabacino, Artosilla, Los Portales, Valle de las Sensaciones, Casa Hada), en la isla de La Palma, (Pacahamama), en la isla de Evia, Grecia (Thelethrion), y también en la India (Auroville). A través de sus 285 fotografías a color repartidas en 200 páginas, el trabajo de la fotoperiodista Elisenda Pons constituye un viaje visual que captura la experiencia de vivir en comunidades intencionales, explorando su intimidad y cotidianidad para descubrir los lazos y relaciones que se forjan en esta forma alternativa de convivencia.
Auroville (India)
La comunidad de Auroville, anclada en el sudeste de la India, tiene sus orígenes en 1968, cuando Mirra Alfassa puso la semilla de este gran centro espiritual donde hoy viven unas 3.300 personas. Se despliega urbanísticamente en forma de mandala y se divide en cuatro zonas: industrial, cultural, residencial e internacional. Los habitantes trabajan media jornada en proyectos de la comunidad y dedican el resto del tiempo a actividades de crecimiento personal. Una cocina solar gigante es también lugar de encuentro y tertulia de habitantes y foráneos, mientras que la economía prescinde de dinero físico para pasar a operar con una moneda propia.
El autogobierno a través de grupos, las granjas autónomas para la producción de alimentos para la comunidad, la educación alternativa que busca el desarrollo integral de los niños y niñas, que sustituye a los títulos por oportunidades de servir y aprender, son otros aspectos que configuran el sistema de valores y el funcionamiento de Auroville. Destaca también la reforestación, con cerca de dos millones de árboles plantados que han transformado el altiplano semidesértico en un frondoso bosque tropical.
El Calabacino (Huelva)
Un vecino que hace pan en un horno de leña una vez por semana, un buen puñado de artistas, terapeutas, músicos y artesanos son el tejido humano que configura El Calabacino, en el norte de Huelva, dentro del parque natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. La aldea, habitada desde el siglo XVI, vio cómo sus habitantes eran sustituidos por repobladores provenientes de diversas partes de España y de todo el mundo. Actualmente, unos 60 adultos y 50 niños viven en casas dispersas por el bosque. El acceso al pueblo se realiza con burros ya que no es accesible en coche. La comunidad, llamada una «familia de familias», se ha unido a la Red Ibérica de Ecoaldeas (RIE).
Entre los valores que le dan cuerpo destacan el respeto por el entorno y las personas, la ecología y la educación por la paz. En Calabacino, se fomenta un estilo de vida sostenible y comunitario, donde la creatividad y el apoyo mutuo son elementos clave desde una mirada abierta y solidaria.
Pachamama (La Palma)
La finca donde se encuentra Pachamama es cuna ahora de un grupo de personas comprometidas con el medio ambiente y la sostenibilidad. Un compromiso que lleva a la práctica a través de los principios de la permacultura y la bioconstrucción y que además difunden a través de cursos y talleres . Detrás de todo está la visión de crear una comunidad autosostenible. Actividades como reuniones mensuales para la ayuda colectiva, celebraciones comunitarias y participación activa en la escuela Waldorf local pretenden reforzar ese espíritu que quiere ir más allá de los límites de la finca e impactar en el entorno inmediato.
Pachamama respira naturaleza por todos lados; de hecho acceder es muy complicado, el bosque rodea el espacio que es un laboratorio en prácticas y constante evolución que busca reducir al máximo la huella ecológica. Llama la atención uno de los inventos que lo facilita: la lavadora-bicicleta impulsada por el pedaleo más o menos energético del propio usuario del curioso utensilio.
Free and Real (isla griega de Evia)
Fue después de la crisis de 2008 que un grupo de personas que se conocieron a través de las redes, formado principalmente por universitarios, hicieron realidad su sueño:poner en marcha una comunidad ecológica vegana en medio de la naturaleza exhuberante de la isla griega de Evia.
Durante estos 14 años, han construido viviendas siguiendo técnicas de bioconstrucción, yurtas y un gran domo geodésico. Hoy ofrecen talleres de permacultura, medicina alternativa, yoga y bioconstrucción, mientras que el futuro lo enfocan al crear Telaithrion: una escuela que enseña sostenibilidad, autosuficiencia, agricultura natural, ecoconstrucción y la creación de bosques comestibles.
Artosilla (Aragón)
La repoblación de Artosilla, un antiguo núcleo en el municipio de Sabiñánigo, en Huesca, ejemplifica que es posible recuperar pueblos abandonados. Fue gracias a la cesión que hizo en 1986 el Gobierno de Aragón a la Asociación Artiborain que se ha hecho realidad el sueño de reconstruir y repoblar esta aldea pirenaica abandonada. Después de años de trabajo, la mayoría de las casas han sido ya reconstruidas y acogen hoy a 20 adultos y varios niños y niñas.
El objetivo es completar la recuperación del pueblo y atraer a nuevas familias, avanzando hacia el ideal de ecoaldea. Cuenta con placas solares, un huerto ecológico y varios habitantes que se dedican a actividades como la apicultura y frabricación de jabones. La figura de un facilitador de grupos está también presente, pieza esencial para garantizar la estabilidad funcional y emocional de la villa. Artosilla forma parte de la Red Ibérica de Ecoaldeas (RIE).
Los Portales (Sevilla)
El trabajo personal en la búsqueda de la evolución espiritual personal y colectiva es la base sobre la que se fundamenta Los Portales, a unos 50 kilómetros al norte de Sevilla. Su puntal es la psicología de Karl Jung, psicoanalista alemán, desde que fue fundada en 1984 por un grupo de jóvenes belgas. Más allá del autoconocimiento, esta comunidad se define por la autosuficiencia. Consumen el 75% de los alimentos de su huerto, a la vez que producen pan, queso y aceite de oliva.
La finca, cubierta de bosque mediterráneo, ofrece pasto a los animales y productos agrícolas y la autosuficiencia se alcanza también a nivel energético. Comparten seis coches y la comunidad siempre tiene presente cómo celebrar la vida: cada sábado se visten de gala y disfrutan de su fiesta semanal.
Cal Cases (El Moianès)
Constituida en 2007, es una de las comunidades catalanas con más recorrido. Hoy en día viven 23 personas, entre ellas 12 adultos, 11 menores y un voluntario. La masía principal con cocina y espacios comunes es el corazón de Cal Cases, alrededor de la cual se despliegan ocho viviendas individuales o de grupo familiar, y cuatro casas de paja autoconstruidas.
La comunidad es un referente en lo que se refiere al modelo asambleario que la sostiene y que le permite el funcionamiento en el día a día, así como por el sistema económico colectivista, con una cuota de horas de trabajo semanal y contribuciones monetarias proporcionales. El proyecto está integrado en una cooperativa de vivienda en modelo de cesión de uso, colectivizando la propiedad.
Casa Hada ( Málaga)
Durante cuatro años, ocho jóvenes de distintas profesiones convivieron en una casa prestada en la Sierra de Ojén para experimentar la vida en comunidad con una organización horizontal basada en los principios de la ecología profunda. Y así lo llevaron a la práctica, explorando la democracia participativa, la sociocracia, la educación integral y la facilitación de procesos grupales.
Uno de sus grandes ejes fue, sin embargo, es el estudio y aplicación de la comunicación no violenta, la escucha activa y el asamblearismo para la resolución de conflictos. Muy conscientes de la fuerza de las nuevas tecnologías, investigaron su uso responsable.
Valle de las Sensaciones (Alpujarras)
La sensualidad, la experimentación a través de los sentidos, la práctica del nudismo y el amor libre desde el respeto, son algunos de los fundamentos del Valle de las Sensaciones, en las Alpujarras, un espacio de casas de madera sobre los árboles y espacios completamente integrados en el medio natural.Liderada por Achim Burkard, el Valle de Sensaciones ofrece un entorno de ecovilla único donde los participantes cocrean la comunidad cuando llegan y se funden en ella.
A diferencia de otros grupos, no existe una comunidad establecida previamente. Los participantes pueden unirse como miembros o como invitados temporales: lo hacen todo participando en diversas actividades comunitarias y rituales que recuperan el vínculo de los individuos con la naturaleza sin olvidar la importancia del cuidado personal y de los demás.
Amalurra (País Vasco)
Cerca de Bilbao, en el País Vasco, late el corazón de Amalurra. Destaca una gran casa reconstruida donde viven varias familias. Con un hotel y un restaurante a su cargo para visitantes, dispone de un gran espacio para la meditación, rodeado de jardines y bosque. Fundada como un proyecto de convivencia a principios de los 90, está en un entorno rural al que ha contribuido con la repoblación de 10 hectáreas con árboles autóctonos y restaurando edificios en ruinas. Incentivan la reconexión con la sabiduría ancestral vasca y la tierra. Su líder, Irene Goikolea, promueve valores femeninos en una comunidad que explora ceremonias chamánicas de otras culturas indígenas.
Desde el punto de vista económico, los miembros tienen sus propias formas de generar recursos fuera del espacio comunitario, con algunas excepciones en el complejo hotelero. Actualmente, Amalurra está en un proceso de redefinición, mientras los residentes siguen compartiendo y cuidando de los espacios.