La amnistía urbanística es el Gordo de Navidad que el Govern de Marga Prohens ha tenido a bien conceder sin necesidad de sorteo a un mínimo de 30.000 infractores, propietarios que un día decidieron saltarse la ley alegremente y levantar sus edificaciones en suelo rústico protegido. Y una bofetada descomunal a todos los ciudadanos que se ajustaron a la legalidad y sus prescripciones. Y que lo hicieron por obligación moral o ética, por respeto a los valores territoriales o medioambientales que la ley pudiera defender o simplemente por miedo a cometer una infracción urbanística y sufrir su sanción asociada.
¿Qué cara se les ha tendido que quedar ahora a los que se ajustaron estrictamente a legislación y renunciaron, quizá venciendo tentaciones inconfesables, a su chalé en el campo, a ampliar aquella casita de aperos, al ansiado aljibe que hubiera resultado tan útil o a la hermosa piscina con la que llevaban tanto tiempo soñando? Pues más o menos la misma cara de tonto y una parecida sensación de estafa e injusticia a la que experimentó Fermín Perlassi, el personaje que interpreta Ricardo Darín , en la deliciosa película La odisea de los giles, al verse privado de sus sueños y soltar en voz alta esta reflexión: «Los hijos de puta no se sienten hijos de puta. No se miran al espejo a la mañana y dicen: ¡Pero qué pedazo de hijo de puta sos! No…. No sienten ninguna culpa. Eso queda para los giles como nosotros».
Una casa de Mallorca levantada sin licencia y sin las condiciones para su edificación en el suelo rústico. / Agencia de Defensa del Territorio
Quiero decir que en los cambios de la ley también debe existir una moralidad interna, una coherencia. Lo que hoy es blanco, mañana no puede ser automáticamente negro sin una justificación de mucho peso. Y, sobre todo, no se puede premiar al que ayer era un infractor con una revalorización de sus propiedades tan descomunal que haga irrisoria cualquier multa, como así está ocurriendo, ampliando después el plazo en la letra pequeña del decreto para colar a más infractores en la lista de beneficiados. Qué vergüenza.
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